La ciencia constata que la felicidad no tiene precio
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Un estudio de la Universitat Autònoma de Barcelona (ICTA-UAB) y la Universidad McGill de Canadá muestra que las sociedades donde el dinero juega un papel mínimo presentan niveles muy altos de felicidad.
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Bangladesh. Image by Arifur Rahman Tushar from Pixabay
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El crecimiento económico suele considerarse una forma segura de aumentar el bienestar de las personas en los países menos desarrollados. Sin embargo, un estudio reciente dirigido por el Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universitat Autònoma de Barcelona (ICTA-UAB) y la Universidad McGill de Canadá sugiere que existen buenas razones para cuestionar esta suposición.
La investigación, publicada recientemente en la revista Plos One, analiza cómo las personas califican su bienestar subjetivo en las sociedades donde el dinero juega un papel mínimo y que generalmente no se incluyen en las encuestas globales de felicidad. Según los resultados, la mayoría de sus ciudadanos expresan niveles de felicidad notablemente altos, un hecho especialmente relevante en las comunidades con los niveles más bajos de monetización, donde el dinero juega un papel mínimo para obtener bienes y servicios ya que éstos se obtienen a través de la economía de subsistencia. En estas comunidades, los autores del estudio encontraron que los ciudadanos manifiestan un grado de felicidad comparable al de los países escandinavos, quienes suelen obtener la calificación más alta del mundo. Los resultados sugieren que se pueden lograr niveles altos de bienestar subjetivo con una monetización mínima, desafiando así la percepción de que el crecimiento económico produce un aumento automático de la satisfacción vital entre las poblaciones menos desarrolladas económicamente.
Para analizar cómo la monetización afecta a la sensación de bienestar, los investigadores convivieron con pequeñas comunidades pesqueras con diversos grados de monetización, en las Islas Salomón y en Bangladesh, dos países con ingresos muy bajos. Durante unos meses, con la ayuda de traductores locales, entrevistaron a 678 personas con edades comprendidas entre los 20 y los 50 años (promedio de edad de 37 años), residentes tanto en áreas rurales como urbanas. Las entrevistas fueron diseñadas para obtener información sobre lo que significaba la felicidad para ellos, así como para conocer mejor sus estados de ánimo, su estilo de vida, sus actividades domésticas y relacionadas con la pesca, sus ingresos y el nivel de integración en el mercado.
Los investigadores descubrieron que en las comunidades donde el dinero se usaba más, como en las zonas urbanas de Bangladesh, los residentes expresaban niveles de felicidad más bajos.
“En los sitios menos monetizados, vemos que las cosas que más felices les hacen sentir son pasar el mayor tiempo posible con su familia y estar en contacto con la naturaleza”, explica Sara Miñarro, investigadora del ICTA-UAB y autora principal del estudio. “Sin embargo, a medida que aumenta la monetización, encontramos que los factores sociales y económicos comúnmente reconocidos en los países industrializados juegan un papel más importante. En general, nuestros hallazgos sugieren que la monetización, especialmente en sus primeras etapas, en realidad puede ser perjudicial para la felicidad".
Curiosamente, mientras que investigaciones previas han determinado que la tecnología y el acceso a la información sobre sociedades lejanas con estilos de vida diferentes, al ofrecerles estándares con los que comparar sus vidas, pueden afectar a la evaluación de las personas sobre su propio bienestar, no sucede así en estos países.
"Nuestro estudio apunta a posibles formas de lograr la felicidad que no están relacionadas con los altos ingresos y la riqueza material", explica Eric Galbraith, profesor del Departamento de Ciencias Planetarias y Terrestres de McGill y coautor del estudio. "Esto es importante, porque si replicamos estos resultados en otros lugares e identificamos los factores que contribuyen al bienestar subjetivo, podría ayudarnos a eludir algunos de los costos ambientales asociados con el logro del bienestar social en las naciones menos desarrolladas".
"Este trabajo se suma a la creciente comprensión de que las fuentes importantes de felicidad no están, en principio, relacionadas con la producción económica", agrega Chris Barrington-Leigh, investigador en la McGill’s Bieler School of the Environment. "Cuando las personas se sienten cómodas, seguras y libres para disfrutar de la vida dentro de una comunidad fuerte, son felices, independientemente de si ganan dinero o no".
Cerca del 85% de los participantes del estudio eran hombres, una cifra desequilibrada debido al hecho de que las normas culturales en Bangladesh dificultaban la entrevista de mujeres. En las Islas Salomón, las respuestas de hombres y mujeres no fueron significativamente diferentes, mientras que, en Bangladesh, los autores consideran que será necesaria más investigación para determinar si las normas sociales relacionadas con el género influyen en las asociaciones halladas en el estudio.
La investigación, publicada recientemente en la revista Plos One, analiza cómo las personas califican su bienestar subjetivo en las sociedades donde el dinero juega un papel mínimo y que generalmente no se incluyen en las encuestas globales de felicidad. Según los resultados, la mayoría de sus ciudadanos expresan niveles de felicidad notablemente altos, un hecho especialmente relevante en las comunidades con los niveles más bajos de monetización, donde el dinero juega un papel mínimo para obtener bienes y servicios ya que éstos se obtienen a través de la economía de subsistencia. En estas comunidades, los autores del estudio encontraron que los ciudadanos manifiestan un grado de felicidad comparable al de los países escandinavos, quienes suelen obtener la calificación más alta del mundo. Los resultados sugieren que se pueden lograr niveles altos de bienestar subjetivo con una monetización mínima, desafiando así la percepción de que el crecimiento económico produce un aumento automático de la satisfacción vital entre las poblaciones menos desarrolladas económicamente.
Para analizar cómo la monetización afecta a la sensación de bienestar, los investigadores convivieron con pequeñas comunidades pesqueras con diversos grados de monetización, en las Islas Salomón y en Bangladesh, dos países con ingresos muy bajos. Durante unos meses, con la ayuda de traductores locales, entrevistaron a 678 personas con edades comprendidas entre los 20 y los 50 años (promedio de edad de 37 años), residentes tanto en áreas rurales como urbanas. Las entrevistas fueron diseñadas para obtener información sobre lo que significaba la felicidad para ellos, así como para conocer mejor sus estados de ánimo, su estilo de vida, sus actividades domésticas y relacionadas con la pesca, sus ingresos y el nivel de integración en el mercado.
Los investigadores descubrieron que en las comunidades donde el dinero se usaba más, como en las zonas urbanas de Bangladesh, los residentes expresaban niveles de felicidad más bajos.
“En los sitios menos monetizados, vemos que las cosas que más felices les hacen sentir son pasar el mayor tiempo posible con su familia y estar en contacto con la naturaleza”, explica Sara Miñarro, investigadora del ICTA-UAB y autora principal del estudio. “Sin embargo, a medida que aumenta la monetización, encontramos que los factores sociales y económicos comúnmente reconocidos en los países industrializados juegan un papel más importante. En general, nuestros hallazgos sugieren que la monetización, especialmente en sus primeras etapas, en realidad puede ser perjudicial para la felicidad".
Curiosamente, mientras que investigaciones previas han determinado que la tecnología y el acceso a la información sobre sociedades lejanas con estilos de vida diferentes, al ofrecerles estándares con los que comparar sus vidas, pueden afectar a la evaluación de las personas sobre su propio bienestar, no sucede así en estos países.
"Nuestro estudio apunta a posibles formas de lograr la felicidad que no están relacionadas con los altos ingresos y la riqueza material", explica Eric Galbraith, profesor del Departamento de Ciencias Planetarias y Terrestres de McGill y coautor del estudio. "Esto es importante, porque si replicamos estos resultados en otros lugares e identificamos los factores que contribuyen al bienestar subjetivo, podría ayudarnos a eludir algunos de los costos ambientales asociados con el logro del bienestar social en las naciones menos desarrolladas".
"Este trabajo se suma a la creciente comprensión de que las fuentes importantes de felicidad no están, en principio, relacionadas con la producción económica", agrega Chris Barrington-Leigh, investigador en la McGill’s Bieler School of the Environment. "Cuando las personas se sienten cómodas, seguras y libres para disfrutar de la vida dentro de una comunidad fuerte, son felices, independientemente de si ganan dinero o no".
Cerca del 85% de los participantes del estudio eran hombres, una cifra desequilibrada debido al hecho de que las normas culturales en Bangladesh dificultaban la entrevista de mujeres. En las Islas Salomón, las respuestas de hombres y mujeres no fueron significativamente diferentes, mientras que, en Bangladesh, los autores consideran que será necesaria más investigación para determinar si las normas sociales relacionadas con el género influyen en las asociaciones halladas en el estudio.
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Trabajo de referencia | Sara Miñarro, et al. Happy without money: Minimally monetized societies can exhibit high subjective well-being, PLOS One. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0244569
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