Descubren una nueva estructura cerebral relacionada con el miedo
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Científicos argentinos revelan la centralidad de una región del cerebro en el condicionamiento de miedo y sientan las bases para ubicarla como blanco terapéutico.
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Foto de Melanie Wasser en Unsplash
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La habénula lateral, una estructura cerebral poco estudiada hasta el momento, podría desempeñar un papel fundamental en el condicionamiento pavloviano del miedo. Así lo sugiere una investigación publicada este año por Joaquín Piriz y Tomás Sachella, respectivamente investigador del CONICET en el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIBYNE, CONICET – UBA) y becario del Consejo en el Instituto de Fisiología y Biofísica Bernardo Houssay (IFIBIO HOUSSAY, CONICET – UBA), en conjunto con un equipo de especialistas de diversas instituciones científicas. Los resultados, que apuntan a la comprensión del funcionamiento de esta estructura cerebral, podrían contribuir hacia el avance del tratamiento de patologías asociadas a la expresión del miedo, como fobias, trastornos de ansiedad, estrés postraumático, entre otras.
“El miedo es una reacción extrema e incontrolable ante un estímulo amenazante”, afirman las primeras páginas del artículo publicado en Neuropsychopharmacology. Existen dos tipos de miedos, aquellos que son innatos y los que pueden aprenderse; es acerca de este último tipo de miedos, y la creación de memorias aversivas, que se desenvuelve la investigación sobre el papel de la habénula lateral.
“Se sabe que la habénula lateral participa en la codificación de eventos negativos. Es decir, cuando algo no nos gusta se activa la habénula lateral”, indica Piriz. Y continúa: “Nosotros estudiamos de qué manera esa estructura se relaciona con la formación de memorias de miedo”.
Para logarlo, los especialistas siguieron el condicionamiento pavloviano, un paradigma de aprendizaje según el cual “se produce una asociación entre dos estímulos”, explica Sachella. Sin embargo, a diferencia del conocido experimento realizado por Pavlov en el que observó la salivación canina frente a un estímulo que anunciaba alimento, en este caso el refuerzo fue negativo: “El sonido predecía una leve descarga”, describe Piriz.
Durante el entrenamiento se presentó ante un modelo murino un tono que anticipaba un pequeño choque eléctrico de un segundo, un protocolo que no produce alteraciones temporales, ni permanentes en el sujeto de estudio. “Así, los animales normalmente aprenden dos cosas, por un lado, que la presentación del tono es peligrosa y por el otro, que el contexto en el cual recibieron la descarga eléctrica también es peligroso”, declara el científico sobre los resultados de los ensayos. “Dos aprendizajes que tradicionalmente se pensaban separados”, advierte Sachella sobre los resultados de la investigación.
En paralelo, fue necesario utilizar técnicas farmacológicas y optogenéticas que permitieran activar y silenciar la habénula lateral temporalmente durante los experimentos con el modelo animal. El objetivo fue evaluar la participación de esta región del cerebro en el condicionamiento.
El hallazgo
“Encontramos que si la habénula lateral no está, estos dos aprendizajes- sobre tono y contexto- no se producen en forma separada, sino que se originan de forma conjunta”, explica Sachella. Lo que sugiere que la estructura analizada participaría en el condicionamiento del miedo.
Para Piriz, la habénula lateral constituye una estructura sobre la cual es posible volver a actuar para entender la manera en que se producen los mecanismos del aprendizaje, “por ejemplo en aprendizajes equivocados, patológicos, del miedo que son la base de enfermedades como fobias, trastornos de ansiedad, estrés postraumático, entre otras”, puntualiza el científico. Y agrega: “Se generaliza el miedo de una forma tan extrema que se comienza a presentar miedo en situaciones en las cuales no tendría que existir, por esto, potencialmente, es interesante haber encontrado una estructura que regula la generalización del miedo”.
Sobre el camino recorrido, los científicos destacan la implementación del paradigma pavloviano. “Proporcionó un protocolo claro en el cual observar los circuitos implicados en la creación de la memoria aversiva y la manera en que la habénula lateral participade la formación de esa memoria”, dice Sachella.
De cara al futuro, los investigadores se proponen continuar explorando la hipótesis de generalización del miedo y las implicancias de esta estructura cerebral en el proceso. “Incorporarla y asociarla al aprendizaje del miedo también podría llegar a tener un costado traslacional”, reflexiona Piriz sobre esta región clave del cerebro. Sachella concuerda: “Se abre la posibilidad de que sea un blanco para tratar las enfermedades asociadas a anomalías de la expresión del miedo”.
“El miedo es una reacción extrema e incontrolable ante un estímulo amenazante”, afirman las primeras páginas del artículo publicado en Neuropsychopharmacology. Existen dos tipos de miedos, aquellos que son innatos y los que pueden aprenderse; es acerca de este último tipo de miedos, y la creación de memorias aversivas, que se desenvuelve la investigación sobre el papel de la habénula lateral.
“Se sabe que la habénula lateral participa en la codificación de eventos negativos. Es decir, cuando algo no nos gusta se activa la habénula lateral”, indica Piriz. Y continúa: “Nosotros estudiamos de qué manera esa estructura se relaciona con la formación de memorias de miedo”.
Para logarlo, los especialistas siguieron el condicionamiento pavloviano, un paradigma de aprendizaje según el cual “se produce una asociación entre dos estímulos”, explica Sachella. Sin embargo, a diferencia del conocido experimento realizado por Pavlov en el que observó la salivación canina frente a un estímulo que anunciaba alimento, en este caso el refuerzo fue negativo: “El sonido predecía una leve descarga”, describe Piriz.
Durante el entrenamiento se presentó ante un modelo murino un tono que anticipaba un pequeño choque eléctrico de un segundo, un protocolo que no produce alteraciones temporales, ni permanentes en el sujeto de estudio. “Así, los animales normalmente aprenden dos cosas, por un lado, que la presentación del tono es peligrosa y por el otro, que el contexto en el cual recibieron la descarga eléctrica también es peligroso”, declara el científico sobre los resultados de los ensayos. “Dos aprendizajes que tradicionalmente se pensaban separados”, advierte Sachella sobre los resultados de la investigación.
En paralelo, fue necesario utilizar técnicas farmacológicas y optogenéticas que permitieran activar y silenciar la habénula lateral temporalmente durante los experimentos con el modelo animal. El objetivo fue evaluar la participación de esta región del cerebro en el condicionamiento.
El hallazgo
“Encontramos que si la habénula lateral no está, estos dos aprendizajes- sobre tono y contexto- no se producen en forma separada, sino que se originan de forma conjunta”, explica Sachella. Lo que sugiere que la estructura analizada participaría en el condicionamiento del miedo.
Para Piriz, la habénula lateral constituye una estructura sobre la cual es posible volver a actuar para entender la manera en que se producen los mecanismos del aprendizaje, “por ejemplo en aprendizajes equivocados, patológicos, del miedo que son la base de enfermedades como fobias, trastornos de ansiedad, estrés postraumático, entre otras”, puntualiza el científico. Y agrega: “Se generaliza el miedo de una forma tan extrema que se comienza a presentar miedo en situaciones en las cuales no tendría que existir, por esto, potencialmente, es interesante haber encontrado una estructura que regula la generalización del miedo”.
Sobre el camino recorrido, los científicos destacan la implementación del paradigma pavloviano. “Proporcionó un protocolo claro en el cual observar los circuitos implicados en la creación de la memoria aversiva y la manera en que la habénula lateral participade la formación de esa memoria”, dice Sachella.
De cara al futuro, los investigadores se proponen continuar explorando la hipótesis de generalización del miedo y las implicancias de esta estructura cerebral en el proceso. “Incorporarla y asociarla al aprendizaje del miedo también podría llegar a tener un costado traslacional”, reflexiona Piriz sobre esta región clave del cerebro. Sachella concuerda: “Se abre la posibilidad de que sea un blanco para tratar las enfermedades asociadas a anomalías de la expresión del miedo”.
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