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Un estudio reciente sugiere que los momentos del día en que comemos podrían desempeñar un papel importante en nuestro peso corporal. Según los resultados, mantener horarios más regulares y adelantar las comidas principales podría estar relacionado con un mejor equilibrio metabólico y un menor riesgo de aumento de peso.
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Comer antes y ayunar más tiempo por la noche podría favorecer un peso corporal saludable
Mantener el peso bajo control no depende solo de qué comemos, sino también de cuándo lo hacemos. Así lo indica un estudio publicado en el International Journal of Behavioral Nutrition and Physical Activity, que apunta a dos hábitos asociados con un menor índice de masa corporal (IMC) a largo plazo: prolongar el ayuno nocturno y desayunar temprano.
La investigación ha sido liderada por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación "la Caixa".
El trabajo contó con la participación de más de 7.000 personas de entre 40 y 65 años pertenecientes a la cohorte GCAT | Genomes for Life, un proyecto dirigido por el Instituto de Investigación Germans Trias i Pujol (IGTP). En 2018, las y los participantes completaron cuestionarios sobre su peso, altura, hábitos alimenticios —incluidas las horas de las comidas—, estilo de vida y posición socioeconómica. Cinco años después, en 2023, más de 3.000 de ellos participaron en un seguimiento en el que se repitieron las mediciones y cuestionarios.
Ritmos circadianos y control del peso
“Nuestros resultados, en línea con otros estudios recientes, sugieren que alargar el ayuno nocturno podría ayudar a mantener un peso saludable, siempre que se acompañe de una cena y un desayuno tempranos”, explica Luciana Pons-Muzzo, investigadora de ISGlobal durante el estudio y actualmente en IESE Business School. “Creemos que esto se debe a que comer más temprano durante el día se ajusta mejor a los ritmos circadianos, lo que permite un mejor aprovechamiento de la energía y una regulación más eficaz del apetito. No obstante, todavía es pronto para sacar conclusiones firmes; harán falta más estudios antes de emitir recomendaciones”, añade.
El análisis por sexo reveló que las mujeres, en comparación con los hombres, presentaban un IMC más bajo, mayor adherencia a la dieta mediterránea, menor consumo de alcohol, peor salud mental y más responsabilidades domésticas o familiares.
Para profundizar en los datos, el equipo utilizó un análisis por clúster, una técnica estadística que agrupa a individuos con características similares. Este método permitió identificar un pequeño grupo de hombres cuya primera comida del día era pasada las 14:00 horas, lo que suponía un ayuno de unas 17 horas. Este grupo presentaba hábitos menos saludables —mayor consumo de alcohol y tabaco, menor actividad física, peor dieta mediterránea— y un nivel educativo y laboral inferior. Curiosamente, este patrón no se observó en mujeres.
El papel del ayuno intermitente
El estudio también abordó la práctica del ayuno intermitente, especialmente su versión nocturna. “Existen diferentes formas de ayuno intermitente, y la nuestra se relaciona con la que ocurre durante la noche. Observamos que en un subgrupo de hombres que ayunan saltándose el desayuno, esta práctica no tiene efectos sobre el peso corporal”, señala Camille Lassale, investigadora de ISGlobal y coautora sénior del estudio. “De hecho, otros ensayos en personas con obesidad muestran que no es más eficaz que simplemente reducir la ingesta calórica.”
La crononutrición, un campo en crecimiento
“Nuestra investigación forma parte de un ámbito emergente conocido como crononutrición”, explica Anna Palomar-Cros, investigadora de ISGlobal en el momento del estudio y actualmente en IDIAP Jordi Gol. “Este campo no solo analiza qué comemos, sino también cuándo y con qué frecuencia lo hacemos. Sabemos que los patrones alimentarios irregulares pueden entrar en conflicto con el sistema circadiano, el conjunto de relojes biológicos que regulan los ciclos de día y noche y los procesos fisiológicos asociados”, añade.
Este trabajo amplía la línea de investigación sobre crononutrición desarrollada por ISGlobal en los últimos años. Estudios anteriores ya habían observado que cenar y desayunar temprano se asocia con un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2, reforzando la idea de que el horario de las comidas puede ser un aliado clave para la salud metabólica.
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Trabajo de referencia | Luciana Pons-Muzzo, Rafael de Cid, Mireia Obón-Santacana, Kurt Straif, Kyriaki Papantoniou, Isabel Santonja, Manolis Kogevinas, Anna Palomar-Cros & Camille Lassale. Sex-specific chrono-nutritional patterns and association with body weight in a general population in Spain (GCAT study). Int J Behav Nutr Phys Act 21, 102 (2024). https://doi.org/10.1186/s12966-024-01639-x
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Profesores de la Facultad de Ciencias de la Salud y la ESCET alertan de los peligros que puede tener para los estudiantes el consumo de bebidas energéticas.
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A día de hoy, son pocos los estudios que analizan el consumo de bebidas energéticas en el ámbito universitario y los factores de riesgo asociados a su ingesta.
En este contexto, una investigación desarrollada por profesores de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) se sitúa entre los pocos trabajos que abordan, desde una perspectiva epidemiológica, los hábitos de consumo de estas bebidas durante los periodos de mayor estrés —como la época de exámenes— y a lo largo del curso académico.
Los resultados muestran que el 81% de los estudiantes encuestados consume bebidas energéticas para mantenerse despiertos y concentrados, mientras que un 65% considera insuficientes las campañas de prevención e información sobre sus efectos. Aunque no es el foco principal del estudio, los investigadores también apuntan a la presencia de un fenómeno preocupante: la mezcla de bebidas energéticas con alcohol, una combinación que puede enmascarar los efectos del alcohol y aumentar los riesgos para la salud.
El trabajo fue presentado en el XV Congreso Internacional de la Asociación Española de Bioética y Ética Médica (AEBI). El equipo está liderado por Yolanda Valcárcel, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública, junto con los profesores Gema Vera, Nancy Paniagua y Miguel Martínez, del área de Farmacología, y Yolanda Segura, del área de Ingeniería Química. Todos ellos integran el grupo ApSUM.
En el proyecto también participaron Pablo Palomares, estudiante del Grado en Enfermería y fisioterapeuta, y las alumnas del Grado en Farmacia Lady E. Vera e Irene Moreno.
“La colaboración de los alumnos ha sido fundamental para comprender cómo viven los estudiantes las situaciones de estrés o ansiedad, cada vez más frecuentes”, destaca la profesora Valcárcel.
La investigación ha sido financiada por el Observatorio del Estudiante de la URJC y abre la puerta a futuras iniciativas orientadas a la promoción de la salud y la prevención del consumo de bebidas energéticas entre la comunidad universitaria.
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Un estudio liderado por la Universitat Rovira i Virgili (URV) revela que la personalidad, la edad y el género influyen en la manera como procesamos palabras con carga emocional.
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Por qué no todos sentimos lo mismo al leer una misma palabra
¿Por qué una misma palabra puede generar emociones muy distintas según quien la lea? Un estudio liderado por investigadores de la Universitat Rovira i Virgili (URV), en colaboración con la Universidad Complutense y la Universidad Nebrija de Madrid, aporta nueva luz sobre esta pregunta. Publicado en la revista Scientific Reports, el trabajo muestra que la personalidad, la edad y el género influyen en cómo percibimos palabras que expresan emociones como miedo, tristeza, asco, alegría o ira.
El estudio utilizó la “Tarea de decisión léxica” (Lexical Decision Task), en la que más de 900 participantes debían decidir rápidamente si una cadena de letras era una palabra real o no. Se analizaron 7.500 palabras en español, muchas de ellas con claras connotaciones emocionales. Durante la prueba se registraron los tiempos de reconocimiento y se recopilaron datos de personalidad (siguiendo el modelo de los cinco grandes rasgos: extraversión, apertura a la experiencia, amabilidad, responsabilidad y estabilidad emocional), además de edad y género de los participantes.
Los resultados mostraron que la “valencia emocional” —el valor afectivo de una palabra— influye en su reconocimiento: palabras positivas como amor se identifican más rápido que las neutras (tecla), mientras que las negativas (pena) tardan más. Sin embargo, la “activación” (la intensidad emocional que provoca la palabra) matiza este efecto: palabras negativas muy intensas como asesinar se reconocen más rápido que otras negativas menos activas, como aburrimiento. En palabras positivas, una activación elevada (euforia) puede incluso ralentizar su procesamiento respecto a las de baja activación (dormir).
Uno de los hallazgos más relevantes es que no todas las personas procesan igual las palabras cargadas de emoción. Por ejemplo, los hombres reconocieron más rápido que las mujeres palabras asociadas al miedo, como bomba o matar, probablemente porque el miedo activa respuestas rápidas ante amenazas. En cambio, en las mujeres este efecto no se observó, posiblemente debido a diferencias en socialización y estrategias de afrontamiento.
La tristeza también mostró patrones distintos: los hombres tardaban más en procesar palabras como desamor o depresión, mientras que las mujeres no presentaban esta dificultad. Esto podría reflejar menor familiaridad con el lenguaje de la tristeza en los hombres.
Respecto al asco, personas con baja amabilidad, baja apertura a la experiencia o alta responsabilidad tardaban más en reconocer palabras como vomitar o pus, lo que sugiere que estas emociones captan más su atención y ralentizan el procesamiento.
En el caso de la alegría, el patrón fue más complejo. Palabras como fiesta se reconocían más rápido en mujeres y jóvenes, mientras que los hombres y personas mayores mostraban más dificultad. Esto podría deberse a que, con la edad, el vocabulario positivo se amplía y aumenta la competencia léxica, haciendo que el reconocimiento sea más costoso. Las diferencias de género podrían reflejar que, según estudios previos, las mujeres experimentan alegría con mayor frecuencia que los hombres.
"Estos resultados muestran que no existe una manera universal de entender las palabras emocionales: cómo las percibimos depende de la historia y características de cada persona", explica Juan Haro, investigador del Departamento de Psicología de la URV. "Esto tiene implicaciones importantes para la psicología, la publicidad, la educación y la comunicación, ya que subraya la necesidad de adaptar los mensajes emocionales al público”, añade Pilar Ferré, también participante en el estudio.
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Trabajo de referencia | Haro, J., Hinojosa, J. A., & Ferré, P. (2025). The influence of individual differences in the processing of words expressing discrete emotions: Data from a large-scale study. Scientific Reports, 15, 25036. https://doi.org/10.1038/s41598-025-10310-9
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Al principio, en cada persona infectada había muchas versiones ligeramente distintas del virus (nubes mutantes), pero en las variantes recientes esa diversidad se ha reducido.
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Virus del Covid-19 (el Sars-CoV-2) / Pixabay
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El Covid-19 cambia por dentro: el virus ha perdido diversidad genética al adaptarse a los humanos
Desde su aparición en 2019, el SARS-CoV-2 —el virus que causa la COVID-19— no ha dejado de evolucionar. Variantes como Delta y Ómicron aparecieron con mutaciones que aumentaron su capacidad para transmitirse y esquivar la respuesta del sistema inmunitario. Pero ahora, un nuevo estudio liderado por el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBM, CSIC-UAM) revela un cambio más sutil, aunque igualmente importante: el virus ha reducido su diversidad genética interna dentro de las personas infectadas a medida que se ha ido adaptando a la población humana.
Este hallazgo, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), ofrece una nueva forma de entender cómo ha cambiado el comportamiento del virus a lo largo de la pandemia. El trabajo ha sido coordinado por la Dra. Celia Perales, el Dr. Esteban Domingo y el Dr. Ignacio Gadea, con la colaboración de la Fundación Jiménez Díaz, la Universidad Politécnica de Madrid y la Universidad Northwestern (EE. UU.).
Muchas versiones del mismo virus
Los virus de ARN, como el SARS-CoV-2, no son idénticos entre sí. Cada vez que se multiplican, generan pequeñas variaciones genéticas, formando lo que los científicos llaman una “nube de mutantes”. En otras palabras, dentro de cada persona infectada no hay una única versión del virus, sino muchas versiones ligeramente diferentes. Esa diversidad interna le da al virus una gran ventaja: le permite adaptarse mejor a los cambios en su entorno, como la respuesta del sistema inmunitario o los tratamientos.
Menos diversidad con el paso del tiempo
El estudio del CBM muestra que en las primeras olas de la pandemia estas “nubes” eran muy amplias y variadas. Sin embargo, con variantes más recientes como Ómicron, se han vuelto mucho más limitadas.
“Nuestro trabajo demuestra que la diversidad interna del virus también evoluciona, y que este cambio puede influir en su capacidad de transmisión o en cómo responde al sistema inmunitario”, explica Celia Perales. “Vigilar esta dinámica es clave para anticipar su comportamiento”.
Un virus más adaptado
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores analizaron muestras de pacientes de Madrid entre 2020 y 2022, cubriendo desde la primera hasta la séptima ola. Observaron que, con el paso del tiempo, la variedad de mutaciones dentro de cada persona infectada disminuía.
Esto no significa que el virus haya dejado de mutar. De hecho, sigue acumulando cambios importantes, sobre todo en la proteína S (Spike), la “llave” que utiliza para entrar en las células humanas. Estas mutaciones han favorecido que se transmita con más facilidad y esquive mejor la inmunidad generada por infecciones previas o por la vacuna.
Lo que cambia, según los autores, es la forma en que el virus genera y mantiene su diversidad. Para comprobarlo, replicaron en laboratorio virus de diferentes olas y vieron que su capacidad de mutar no había variado. Esto sugiere que la reducción observada se debe a su adaptación al cuerpo humano, quizá por los órganos donde se multiplica o por la presión del sistema inmunitario.
Por qué es importante
Comprender esta evolución “interna” del virus ayuda a conectar lo que ocurre dentro del cuerpo con lo que se observa a nivel global. Esta relación entre la biología molecular y la epidemiología puede servir para mejorar las estrategias de prevención y vigilancia.
Los investigadores destacan que no basta con seguir las mutaciones más conocidas, como las que cambian la proteína Spike: también hay que observar cómo evoluciona el conjunto genético del virus. Esta información puede ayudar a anticipar posibles cambios que afecten la eficacia de las vacunas o de los tratamientos.
En definitiva, este trabajo muestra que el SARS-CoV-2 sigue adaptándose, no solo a nivel de variantes visibles, sino también en su forma de comportarse dentro de cada persona. Entender esa evolución es fundamental para seguir protegiendo a la población.
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Trabajo de referencia | Martínez-González B, et al. SARS-CoV-2 mutant spectrum complexity is an epidemiologically evolvable trait. Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), (2025). https://doi.org/10.1073/pnas.2515706122
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“El agua moja” es una frase que se utiliza como sinónimo de obviedad. Pero ¿sabemos explicar por qué? Toca ponerse exquisitos para visitar ese y muchos otros fenómenos cotidianos usando la física de fluidos.
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La física de fluidos surgió como disciplina formal en el siglo XVI para contradecir algunos planteamientos de Aristóteles. Según el filósofo, la naturaleza no aprobaba la existencia del vacío. Pero Pascal y otros abordaron la cuestión desde la perspectiva contraria. Para escudriñar la ausencia de materia había que estudiar la materia en sí.
El encargo de Pascal hecho a su cuñado de ascender a lo más alto de un volcán extinto con un par de barómetros de mercurio corroboró los experimentos sobre el peso de la atmósfera y la existencia del vacío realizados por su predecesor Torricelli. Y eso abrió una enorme compuerta del saber.
Fluidos son los gases y los líquidos, tanto el humo de una chimenea como el agua. Todos ellos son sustancias con fuerzas tan débiles entre sus partículas que no pueden recuperar su forma si la pierden.
De la pasta de dientes a la Fórmula 1
Pero ¿dónde hallamos la física de fluidos en las rutinas diarias? Por ejemplo, en la manera en que se transmiten los cambios de presión entre dos puntos de un fluido. Con ello conseguimos sacar la pasta de dientes del tubo usando el mismo principio que hace funcionar la jeringa y los frenos hidráulicos.
Si nos atrevemos a generalizarlo para fluidos en movimiento encontramos, por la senda de Bernoulli, la explicación al efecto suelo de los bólidos de la Fórmula 1 –que hace que el vehículo se quede pegado al asfalto para mejorar su aerodinámica– o de cómo las marmotas enfrían sus madrigueras. De hecho, esas leyes se aplican a cualquier proceso de succión, como mamar de la teta.
Otro entorno secularmente ligado a los fluidos es la medicina. Cualquier anestesista ha de tener conocimientos sólidos de la física de líquidos y gases para manejar catéteres o sistemas de ventilación. Médicos eran también los hermanos Weber, expertos en la circulación de la sangre, cuya mágica viscosidad la hace fluir más despacio cerca de las paredes de los vasos, como mostró el también médico Pouiseille.
Es lo mismo que ocurre cuando movemos una galleta sobre la superficie de unas natillas en un cuenco. Cuanto menos líquido haya en el recipiente más fácil resultará el desplazamiento. Así es también cómo se comportan las placas tectónicas al desplazarse sobre el manto terrestre, una de tantas aplicaciones de la física de fluidos a la geología. Es interesante que ambas ciencias se den la mano con lo cotidiano mediante la física de fluidos. Otro nexo es la ley de Darcy para el paso de un líquido por un medio poroso, que puede ser un suelo de arena pero también el grano molido de una cafetera italiana.
Sin salirnos de la cocina, pero retornando a la viscosidad, aún nos quedan ejemplos atractivos por mencionar. Cuando el kétchup encerrado en la botella recibe un golpe certero fluye con más facilidad. El engrudo, junto con el yogur, la mayonesa y otros alimentos viscosos entra dentro de ‘no newtonianos’, así llamados por ser físicamente más complejos que aquellos con los que el gran genio se adentró en esa subdisciplina física cuando se propuso echarla a andar con su sabiduría.
Entre fogones nos resulta fácil experimentar sobre el efecto de las condiciones físicas en los fluidos en general. Queda bien patente cuando observamos que la miel fluye más fácilmente al calentarla. Eso vuelve a indicarnos cuántos flancos hay que cubrir al investigar la física de fluidos.
¿Por qué los fluidos se comportan como fluidos?
No obstante, los ejemplos dados no son de excusas para esquivar el tema inicial. ¿Por qué el agua moja, el aceite mancha y la tinta tiñe? Se debe a las fuerzas de adhesión. Es decir, la afinidad entre sustancias líquidas y sólidas.
Eso se traduce en que, al poner un tejido en contacto con esos líquidos, treparían desafiando a la gravedad (fenómeno de capilaridad). Pero los líquidos son narcisistas. Sienten un tremendo apego a sí mismos: las fuerzas de cohesión. Eso genera la llamada tensión superficial, responsable de que se formen las gotas de agua y otros líquidos y mantengan su forma esférica. De ello se valen las hormigas obreras para transportar agua a su colonia.
¿Brindará conmigo para celebrar tanta ciencia? Pues entonces le invito a observar las lágrimas del vino, otra consecuencia de la tensión superficial.
Lamentablemente solo puedo cubrir la amplitud de la física de fluidos dando unas pinceladas. Al decirlo recuerdo que el hecho de que la pintura sea un fluido no newtoniano permitió inventar el gotelé. Pero no merece la pena enredarme en la nostalgia y aparcar temas de absoluta urgencia y actualidad.
La física de fluidos es fundamental para explicar un amplio abanico de fenómenos atmosféricos y oceanográficos. Y permite desmentir que el deshielo del Polo Norte eleve el nivel del mar. El argumento usa el principio de Arquímedes, el mismo que mantiene a flote los barcos de exploración de ese ámbito científico. En este contexto quiero señalar que el cambio climático hace los vuelos más susceptibles al fenómeno de la turbulencia.
Pero entonces me tentaría mucho hacerlo visual recurriendo a Humphrey Bogart. Tomaría así su imagen fumando un cigarro y liberando una columna de humo que se convierte en un festival de vueltas y revueltas.
Mejor dar un respiro a la audiencia. Y sirva la metáfora para recomendar prudencia mientras la Covid-19 siga entre nosotros. Para alcanzar ese objetivo, la física de fluidos seguirá asistiendo de forma brillante a otras disciplinas y hablándonos de las gotículas y sus viajes.
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Un estudio del CSIC muestra que la bebida aumenta su capacidad adictiva cambiando la geometría del cerebro y que las alteraciones que provoca permanecen durante las seis primeras semanas de abstinencia.
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El alcohol es la sustancia psicoactiva más consumida en España, según la encuesta sobre alcohol y drogas en España (Edades 2019/2020) realizada entre los 15 y 64 años. Afecta el funcionamiento del sistema nervioso y provoca cambios en el estado de ánimo, la percepción, los pensamientos, los sentimientos o el comportamiento. Sin embargo, la percepción de riesgo por quienes lo consumen, en especial entre los jóvenes, es baja pese a las más de 200 enfermedades asociadas a su ingesta, que causa cada año unos tres millones de muertes en el mundo.
Los efectos perjudiciales del alcohol en el cerebro son ampliamente conocidos, pero los cambios estructurales observados son muy heterogéneos. Además, faltan marcadores de diagnóstico para caracterizar el daño cerebral inducido por el alcohol, especialmente en los inicios de la abstinencia, un periodo crítico por la alta tasa de recaída que presenta.
Sin embargo, en 2019 un trabajo conjunto del Instituto de Neurociencias (CSIC-UMH), en Alicante, y del Instituto Central de Salud Mental de la Universidad de Heidelberg, en Alemania, marcó un hito en este campo al detectar, mediante una resonancia magnética, que los daños que produce el alcohol en el cerebro no se detienen al dejar de beber, como hasta entonces se pensaba. Por el contrario siguen progresando al menos durante las seis primeras semanas de abstinencia de alcohol. Un efecto retardado que hasta entonces ni se había imaginado.
“Antes de nuestra investigación nadie podía creer que durante la abstinencia del alcohol el daño en el cerebro progresara. Aunque la toxicidad directa del alcohol cesa al dejar de beber, vimos que los cambios en el cerebro provocados por el alcohol siguen progresando”, explica el investigador del CSIC Santiago Canals, responsable del grupo de Plasticidad de las Redes Neuronales del Instituto de Neurociencias, que lideró la investigación.
La investigación, que se publicó en la revista JAMA Psychiatry, mostró que a las seis semanas de haber abandonado el consumo de alcohol aún seguían produciéndose cambios en la sustancia blanca del cerebro en una muestra de 91 pacientes voluntarios, con una edad media de 46 años hospitalizados en Alemania para su tratamiento de rehabilitación a causa de un trastorno por consumo de alcohol. Para comparar las resonancias magnéticas cerebrales de estos pacientes se utilizó un grupo control sin problemas de bebida, compuesto por 36 varones con una edad media de 41 años.
“Un aspecto importante del trabajo es que este grupo de pacientes participaba en un programa de desintoxicación, y se les controlaba el consumo de sustancias adictivas, lo que garantizaba la ausencia de consumo de alcohol. Por tanto, se puede hacer un seguimiento fiel de la fase de abstinencia, un periodo crítico, porque las recaídas llevan a cronificar el consumo de alcohol”, indica Canals. Más recientemente, este equipo de investigadores han podido reproducir estos resultados en una cohorte independiente de pacientes, lo que valida los resultados obtenidos en 2019.
Otra característica diferencial de este estudio es que se llevó a cabo paralelamente en un modelo con ratas Marchigian Sardinian con preferencia por el alcohol. Por un lado esto permite asignar al consumo de alcohol un papel causal en el deterioro de la sustancia blanca, frente a estudios sólo con pacientes, que suelen ser confusos debido a las comorbilidades asociadas a la enfermedad, como el consumo de otras sustancias y la propia medicación de los pacientes, que dificultan el establecimiento de relaciones causa-efecto, detalla la investigadora del CSIC en el Instituto de Neurociencias Silvia De Santis, primera firmante del artículo.
Por otro lado, los estudios con modelos animales permiten monitorizar la transición desde un estado normal, saludable, a la dependencia de alcohol en el cerebro, “un proceso que no es posible ver en humanos, porque en los estudios participan voluntarios sanos y personas que ya tienen un trastorno por abuso de alcohol”, explica De Santis. En este caso, añade, “los mismos patrones de alteraciones observadas en humanos pudimos reproducirlos en ratas a través de la sola ingesta de alcohol, lo cual soporta el papel causal del alcohol en las alteraciones observadas”.
La hipótesis que barajaban los investigadores era que la progresión de los daños se mantiene porque se pone en marcha un proceso inflamatorio en el cerebro que avanza incluso en ausencia de alcohol. “Creemos que esto está relacionado también con la facilidad de recaída que se produce después de dejar de beber, durante el periodo crítico de la abstinencia”, avanzaba Canals.
El sistema inmune puede favorecer la recaída
Esa suposición de partida se demostró que era correcta. En junio de 2020, otra investigación del grupo de Canals, esta vez publicada en Science Advances, sorprendió de nuevo a la comunidad científica: el alcohol aumenta su capacidad adictiva cambiando la geometría del cerebro, concretamente de la materia gris. El nuevo trabajo, proponía un mecanismo de adicción al alcohol totalmente nuevo y desconocido hasta entonces.
La sustancia gris está formada por los cuerpos de las neuronas y conforma la corteza cerebral, el cerebelo y la médula espinal. La materia gris está involucrada en el control muscular y la percepción sensorial, como la vista y el oído, la memoria, las emociones, el habla, la toma de decisiones y el autocontrol, funciones que se ven alteradas por la ingesta del alcohol.
Las responsables del cambio de geometría de la sustancia gris son las células del sistema inmune que residen en el cerebro, denominadas microglía, como demostró el segundo trabajo de los grupos de Canals y Santis. El alcohol, como cualquier otra sustancia dañina, provoca la activación defensiva de la microglía que conduce a un cambio de sus características bioquímicas y también de su forma. Este cambio de forma remodela el espacio extracelular y habilita rutas de difusión de sustancias que en ausencia de alcohol estarían limitadas.
El espacio extracelular está formado por los huecos y canales que dejan libres los cuerpos celulares y sus densas ramificaciones citoplasmáticas, como las dendritas y los axones de las neuronas y otras células gliales, y está ocupado por líquido y proteínas. En el líquido extracelular circulan sustancias fundamentales para muchos procesos fisiológicos, como los neurotransmisores.
“Lo que nosotros vimos en este trabajo fue que la reactivación de la microglía eliminaba barreras para la difusión en el espacio extracelular, o lo que es lo mismo, habilitaba rutas que en ausencia de alcohol estaban bloqueadas. Y propusimos, apoyados en los resultados de un modelo matemático que simula la difusión en el cerebro alcohólico, que este cambio facilita la difusión de neurotransmisores como la dopamina, implicada en la motivación y las adicciones, lo que aumenta el poder adictivo del alcohol”.
Este estudio traslacional de nuevo se llevó a cabo en ratas y humanos y estuvo coordinado, como el anterior, por los doctores Santiago Canals, del Instituto de Neurociencias, y Wolfgang Sommer, del Instituto Central de Salud Mental de la Universidad de Heidelberg (Alemania).
“El siguiente paso en nuestra investigación será averiguar si este efecto es producido directamente por la acción del alcohol sobre la microglía, o lo hace de forma indirecta, a través de intermediarios, como el hígado o la microbiota intestinal”, concluye el doctor Canals.
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El Dog Aging Project es la ambiciosa iniciativa que busca desentrañar los misterios del envejecimiento canino. A través de análisis genéticos y el seguimiento a decenas de miles de estos animales domésticos, pretende ayudar a las mascotas a tener vidas más largas y saludables.
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El 30 de junio de 2022 el genetista Daniel Promislow compartió la mala noticia. “Frisbee, nuestra querida perra, murió ayer. La extrañamos profundamente”, expresó en su cuenta de Twitter este investigador de la Universidad de Washington, Estados Unidos.
Durante 16 años, esta perra —mezcla entre pastor alemán, chow chow y cocker spaniel— brindó compañía y alegría a su familia. En los últimos tiempos, desarrolló ciertas complicaciones propias de su edad: ojos nublados por las cataratas, articulaciones rígidas y artríticas y problemas digestivos causados por un mal funcionamiento del páncreas.
“Solía llevarla a dar paseos y un día dejé de poder hacerlo”, recuerda Promislow. “Entonces, contacté con veterinarios para crear una dieta especial de pollo molido, batatas, avena y croquetas”.
Pese a estos inconvenientes, durante su larga vida —al menos, en términos caninos— Frisbee fue un increíble ejemplo de envejecimiento saludable y también una inspiración para lo que finalmente se convirtió en el Dog Aging Project, la iniciativa más ambiciosa sobre biología canina que busca desentrañar los misterios del paso del tiempo y descubrir formas de ayudar a los perros a tener vidas más largas y plenas.
“El proyecto busca entender los determinantes ambientales y genéticos del envejecimiento saludable en perros”, cuenta a SINC Promislow, codirector de este megaestudio interdisciplinario a largo plazo que involucra a 20 instituciones académicas en EE UU. Ya sigue a más de 36.000 perros de compañía y planea rastrearlos durante el resto de sus vidas. “Permitirá mejorar los diagnósticos y desarrollar terapias más precisas y efectivas. Pero también ayudará a comprender mejor los factores que influyen en la morbilidad y mortalidad en los humanos”.
La idea surgió en 2007 cuando este genetista vio la portada de la revista Science. “Era una fotografía de un gran danés y un chihuahua caminando. El artículo trataba sobre la genética del tamaño. Contaba cómo unos científicos habían descubierto un gen muy importante llamado IGF-1 que regula el tamaño en perros. Y pensé: '¡Esto es muy guay! Quizás también podría estar asociado con el envejecimiento canino”.
Entonces, este investigador se puso en contacto con la veterinaria Kate Creevy y el biogerentólogo Matt Kaeberlein y unieron fuerzas para dar forma a este proyecto de Big Science que hoy involucra a más de cien profesionales. “Hasta ahora nunca se ha hecho un estudio similar en esta escala”, indica Creevy, investigadora de la Universidad de Texas A&M. “La mejor manera de comprender la salud de los perros es seguirlos en la diversidad de sus experiencias naturales. Anteriores estudios se realizaron en espacios controlados como laboratorios y hospitales”.
Perros supercentenarios
Nadie sabe exactamente cuándo y dónde fueron domesticados los perros, es decir, en qué momento comenzó su camino de transformación a través de la selección artificial de Canis lupus (lobo gris) a Canis familiaris. La evidencia arqueológica de ejemplares enterrados junto a humanos en Medio Oriente, China, Alemania, Escandinavia y América del Norte sugiere que pudo haber sido entre hace diez mil a catorce mil años y en más de un lugar.
Debido a la cría selectiva, la apariencia, comportamiento y preferencias de estos animales cambiaron profundamente. Sin embargo, el desarrollo de la mayoría de las razas actuales tuvo lugar recién hace poco más de 150 años en lo que se conoce como ‘la explosión victoriana’, como recuerdan los historiadores Michael Worboys, Julie-Marie Strange y Neil Pemberton en su libro The Invention of the Modern Dog: Breed and Blood in Victorian Britain.
Aprovechando la experiencia de los ganaderos, en la Inglaterra del siglo XIX se comenzó a experimentar con el diseño de perros. Hoy estos animales se encuentran entre las especies de mamíferos más variables en términos de morfología: la Federación Canina Mundial reconoce 355 razas —sin contar todas las mezclas posibles— y se estima que hay alrededor de 900 millones de ejemplares en todo el mundo.
Aun así, se desconoce por qué los perros grandes tienen una esperanza de vida más corta que los pequeños y por qué las diversas razas están predispuestas a diferentes enfermedades: los golden retrievers son propensos al cáncer; los pastores alemanes a menudo desarrollan displasia de cadera; los dóberman pinschers tienen una alta prevalencia de enfermedades del corazón; las razas más grandes, como el rottweiler, gran danés y rhodesian ridgeback, tienen un mayor riesgo de osteosarcoma (cáncer de hueso) que las razas más pequeñas…
Promislow, Creevy y Kaeberlein se propusieron averiguarlo. Tras recibir financiación de los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU., en noviembre de 2019 comenzaron a reclutar participantes: perros de todas las razas (tanto de raza pura como de raza mixta), edades, tamaños y sexos. Una vez anotados, los dueños de las mascotas deben completar año tras año un cuestionario de 116 páginas sobre la dieta, movilidad, temperamento y estado de salud del animal.
Hasta agosto de este año se habían inscrito 36.159 perros. Una rama del Dog Aging Project realiza análisis genéticos de las muestras de sangre, orina, heces, cabello y de ADN mediante raspado bucal enviadas por correo una vez por año. “En los laboratorios en Texas aislamos el plasma y con eso estudiamos lo que se conoce como el metaboloma para predecir si un perro tiene el riesgo de desarrollar tal o cual enfermedad”, explica Promislow.
Otros investigadores del proyecto, como el genetista Joshua Akey de Universidad de Princeton, se centran en los perros ‘supercentenarios’, es decir, los 300 perros voluntarios más viejos para encontrar en su ADN las claves de su longevidad.
“Sabremos más sobre la biología y la fisiología de los perros de lo que probablemente nadie haya sabido antes”, dice Kaeberlein, codirector de la iniciativa.
Y un tercer grupo de científicos están realizando un ensayo clínico en 500 perros voluntarios para analizar los efectos de un fármaco llamado rapamicina. En humanos, este medicamento se emplea en personas para combatir el rechazo de órganos trasplantados o médula ósea y para tratar el cáncer.
Pero también ha demostrado en dosis bajas prolongar la vida de levaduras, gusanos, moscas de la fruta y ratones, así como retrasa el deterioro cognitivo en estos mamíferos. Un estudio en 24 perros realizado en 2017 por Kaeberlein arrojó que aquellos animales que habían recibido rapamicina mejoraron la función cardíaca en comparación con los perros que tomaron un placebo.
Hallazgos pioneros con implicaciones humanas
Nunca nadie ha investigado una cantidad tan grande de perros durante un período de tiempo tan largo. Hasta el momento, lo que abundaban eran datos anecdóticos y mitos. Por ejemplo, el que indica que un año de perro equivale a siete años humanos.
“En realidad, depende del tipo de perro”, dice Promislow. “Los perros de distintas razas envejecen a diferente velocidad. Un gran danés es considerado geriátrico a los 7 años. Mientras que un chihuahua es considerado viejo a los 12 o 14 años. Y puede vivir hasta los 18 o 19 años. Es cierto que el perro promedio puede llegar a vivir 12 años, pero hay muchas variaciones”.
Los hallazgos de este megaproyecto —que, advierten los investigadores, estarán disponibles para cualquier científico en el mundo— también podrían ser relevantes para prolongar el envejecimiento saludable en humanos. Al fin y al cabo, los perros domésticos no solo comparten nuestros hogares y entornos. También respiran el mismo aire y sufren muchas dolencias similares, como obesidad, artritis, hipotiroidismo y diabetes.
De hecho, tanto en humanos como en perros el cáncer es una de las principales causas de muerte. Y estos animales experimentan casi todos los mismos deterioros funcionales del envejecimiento que las personas.
Gran parte de lo que se conoce de la biología del envejecimiento proviene de estudios de especies de laboratorio como levaduras, gusanos, moscas y ratones. De ahí que el perro doméstico sea un poderoso modelo animal para estudiar este gran misterio. Además, envejece más rápido que los humanos, lo que permite un estudio longitudinal e intervencionista en un período de solo unos años.
El avance de la ciencia canina
En lo que va de siglo XXI, se han realizado grandes avances en el conocimiento de la biología canina, impulsados por proyectos de menor escala como el Golden Retriever Lifetime Study —que desde 2012 estudia los genes de esta raza de perros para entender por qué el 60% de estos animales se ven afectados por el cáncer—; Darwin's Ark (el proyecto hermano e internacional del Dog Aging Project); el Clever Dog Lab de la Universidad de Viena —en donde se busca entender cómo los perros aprenden y resuelven problemas— y el Family Dog Project, en la Universidad Eötvös Loránd en Budapest. Allí, desde 1994 se estudian los aspectos conductuales y cognitivos de la relación perro-humano.
Gracias a estas iniciativas se sabe, por ejemplo, que las personalidades de los perros cambian con el tiempo. En Reino Unido encontraron que estos animales atraviesan una montaña rusa emocional propia de la adolescencia alrededor de los ocho meses de edad. Y un estudio de la Universidad de Emory identificó que los perros tienen una comprensión básica de las palabras.
También pueden ser entrenados para detectar enfermedades como diabetes, cáncer de pulmón o incluso covid-19; son capaces de distinguir entre idiomas y recientemente se descubrió que su sentido del olfato está integrado a escala cerebral con su visión, algo que aún no se ha encontrado en ninguna otra especie.
Además, estos animales podrían tener el secreto para comprender las enfermedades neurodegenerativas. Como parte del Dog Aging Project, un equipo de la Universidad de Cornell y la Universidad de Washington busca averiguar si un tipo de demencia canina progresiva —denominada disfunción cognitiva canina o CCD— es similar a nivel molecular al alzhéimer. Los investigadores están identificando perros con este trastorno y, cuando fallezcan, examinarán sus cerebros en busca de biomarcadores moleculares que puedan comparar con casos en humanos.
Por otra parte, han surgido todo tipo de start-ups que buscan vencer el deterioro canino que viene acompañado con los años. Una de ellas es Rejuvenate Bio, cofundada por el genetista George Church de la Escuela de Medicina de Harvard, que planea rejuvenecer perros usando terapia génica. Otra empresa de biotecnología dedicada a extender la vida de los perros es Loyal, en San Francisco.
“Si podemos entender la biología del envejecimiento y sus características a escala celular, molecular y genético, entonces tal vez sea factible realizar ciertas intervenciones”, dice Creevy, directora veterinaria del Dog Aging Project. “Por ejemplo, implementar estrategias nutricionales”.
Uno de los primeros grandes resultados de este proyecto de ciencia abierta y comunitaria está relacionado justamente con la alimentación. “Encontramos que alimentar a los perros una vez al día en lugar de varias veces se asocia con una mejor salud”, cuentan los investigadores de este consorcio en un paper publicado en la revista GeroScience.
“Muestran menos probabilidades de tener problemas gastrointestinales, dentales, ortopédicos, renales/urinarios y trastornos del hígado/páncreas”.
Con sus hallazgos, los científicos del Dog Aging Project esperan revolucionar las ciencias veterinarias e impulsar la medicina de precisión para perros. “Me imagino en el futuro una especie de máquina en una clínica veterinaria donde insertar una muestra de sangre y que me diga qué enfermedades desarrollará el animal”, pronostica Promislow. “Estamos a muchos años de esa tecnología, pero creo que estamos en camino”.
Por eso, el reclutamiento continúa. “Esperamos en algún momento extender nuestro estudio a todo el mundo. Nuestra intención es que el proyecto continúe por tiempo indefinido y examine a generaciones de perros. El proyecto cambiará nuestras vidas y las de nuestros compañeros animales”, concluye Creevy.
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El equipo del CSIC contribuyó al hallazgo gracias a observaciones clave realizadas con el telescopio del Observatorio de Sierra Nevada, que permitieron confirmar la existencia del planeta.
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Un planeta gigante que no debería existir
Los planetas se forman a partir del material que rodea a las estrellas jóvenes, en lo que se conoce como un disco protoplanetario. Si el gas y el polvo de ese disco se concentran y alcanzan suficiente masa, pueden dar lugar a planetas gigantes. Sin embargo, este proceso depende en gran medida de la masa de la estrella: cuanto más pequeña es, menos material tiene disponible para formar mundos grandes.
Por eso ha sorprendido tanto el descubrimiento de TOI-6894b, un planeta gigante que orbita una diminuta estrella roja, TOI-6894, con solo un 20% de la masa del Sol. El hallazgo, publicado en Nature Astronomy, pone en cuestión las teorías actuales sobre la formación planetaria y abre nuevas incógnitas sobre cómo y dónde pueden surgir planetas de este tipo.
“Según las teorías actuales, estrellas tan pequeñas no deberían tener planetas tan grandes, porque no disponen de suficiente material a su alrededor”, explica Francisco J. Pozuelos, investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) y coautor del estudio.
TOI-6894b es un planeta gaseoso de baja densidad, con un radio algo mayor que el de Saturno, pero con apenas la mitad de su masa. Su estrella es la más ligera conocida con un planeta gigante en tránsito, con solo el 60% del tamaño de la siguiente más pequeña en la que se ha detectado un mundo similar.
El hallazgo forma parte de un proyecto que analiza los datos de la misión TESS (Transiting Exoplanet Survey Satellite) de la NASA, en busca de planetas gigantes alrededor de estrellas de baja masa. “Examinamos observaciones de más de 91.000 enanas rojas en los datos de TESS para identificar planetas gigantes”, señala Edward Bryant, astrofísico y primer autor del trabajo.
El IAA-CSIC desempeñó un papel esencial en el análisis de los datos de TESS. “Detectamos que el tránsito del planeta —su paso por delante de la estrella— bloquea un 17% de su luz, algo muy poco habitual, lo que nos permitirá estudiar su atmósfera con gran detalle”, apunta Pozuelos.
Esa observación fue el punto de partida de una extensa campaña internacional de seguimiento. El IAA-CSIC confirmó la naturaleza planetaria de TOI-6894b mediante observaciones con el telescopio de 1,5 metros del Observatorio de Sierra Nevada (OSN), en distintas longitudes de onda y en coordinación con otros observatorios. “Gracias a estas observaciones pudimos descartar que se tratara de una estrella doble eclipsante y confirmar que estábamos ante un planeta gigante”, explica Víctor Casanova, investigador del IAA-CSIC.
Una atmósfera única
La clave para entender el origen de TOI-6894b podría estar en su atmósfera. Analizar su composición permitirá conocer la estructura interna del planeta y determinar si se formó por acreción de gas y polvo o por colapso gravitacional de un disco inestable.
Pero lo que más llama la atención es que su atmósfera es extraordinariamente fría. Mientras la mayoría de los gigantes gaseosos conocidos son “Júpiteres calientes”, con temperaturas entre 1000 y 2000 kelvin, TOI-6894b apenas alcanza 420 kelvin (unos 140°C). Su baja temperatura y la gran profundidad de sus tránsitos lo convierten en un candidato ideal para estudiar atmósferas frías fuera del Sistema Solar.
“Por la irradiación que recibe, esperamos que su atmósfera esté dominada por procesos químicos ligados al metano, algo muy poco común”, explica Amaury Triaud, de la Universidad de Birmingham.
“Estas temperaturas tan bajas podrían permitir detectar no solo metano, sino incluso amoníaco, lo que sería un hito, ya que nunca se ha observado este compuesto en la atmósfera de un exoplaneta”, añade Pozuelos.
Gracias a estas características, TOI-6894b ha sido seleccionado para futuras observaciones con el telescopio espacial James Webb (JWST).
“Estos datos nos permitirán poner a prueba las teorías sobre su formación y, en general, avanzar en la comprensión de cómo pueden surgir planetas gigantes en entornos tan extremos”, concluye Pozuelos.
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Mediante la formulación de modelos matemáticos de ciertos procesos neuronales, se logra caracterizar el funcionamiento de las neuronas en la corteza visual.
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Un equipo del Instituto de Óptica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IO-CSIC), en colaboración con científicos del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS), ha desarrollado un modelo matemático que explica con mayor precisión cómo trabajan las neuronas de la corteza visual, la región situada en la parte posterior del cerebro encargada de procesar la información que llega desde los ojos.
El estudio, publicado en la revista Journal of Neuroscience, abre la puerta al diseño de redes neuronales artificiales más fieles al funcionamiento real del cerebro.
“Nuestro modelo proporciona una mejor comprensión de los procesos neuronales, ya que logra explicar una serie de resultados experimentales para los que los enfoques tradicionales no son satisfactorios”, explica Marcelo Bertalmío, investigador del IO-CSIC y líder del trabajo.
El nuevo enfoque amplía el modelo clásico propuesto en 1959 por David Hubel y Torsten Wiesel, que describe la organización jerárquica del procesamiento visual. Aunque ha sido fundamental para entender la visión, este modelo no logra explicar ciertos fenómenos que ocurren en el córtex visual. Los investigadores señalan que una de sus principales limitaciones es que no incorpora el papel de las dendritas, estructuras que actúan como receptores de impulsos nerviosos y son esenciales para la transmisión de información.
Para superar estas carencias, el equipo ha introducido abstracciones matemáticas de procesos neuronales internos que hasta ahora no se habían tenido en cuenta, en parte por su complejidad. “También se asumía que el modelo clásico sería suficiente para explicar cualquier fenómeno”, añade Bertalmío.
Avances con impacto en inteligencia artificial
Además de mejorar el conocimiento sobre el cerebro, este avance tiene implicaciones para el desarrollo de redes neuronales artificiales. El modelo podría permitir crear sistemas computacionales más precisos, capaces de reproducir propiedades clave del cerebro, como la estabilidad frente a perturbaciones.
Las redes neuronales artificiales son modelos inspirados en la estructura y el funcionamiento de las neuronas biológicas. Se utilizan en inteligencia artificial y en técnicas de machine learning y deep learning para tareas como el reconocimiento de patrones y la resolución de problemas complejos.
El equipo trabaja ahora en ampliar el modelo para incorporar variaciones temporales, validarlo con resultados experimentales y explorar su aplicación en sistemas de visión por computadora.
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Trabajo de referencia | Ilias Rentzeperis, Dario Prandi, and Marcelo Bertalmío. A neural model for V1 that incorporates dendritic nonlinearities and back-propagating action potentials. Journal of Neuroscience. DOI: 10.1523/JNEUROSCI.1975-24.2025
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La guía, elaborada con la colaboración del catedrático de Nutrición de la URV Jordi Salas-Salvadó, recomienda que los profesionales de la salud prioricen ayudar al paciente a alcanzar un peso y unos hábitos alimentarios saludables, antes de recurrir a tratamientos farmacológicos sin haber promovido previamente cambios en su estilo de vida.
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La Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes (EASD, por sus siglas en inglés) ha publicado recientemente nuevas recomendaciones en materia de dietética y nutrición dirigidas a profesionales de la salud, con el objetivo de prevenir y controlar la diabetes. En un contexto social “frenético y globalizado”, en el que con frecuencia se recurre de forma rápida a los fármacos, la guía propone priorizar cambios en el estilo de vida antes que la prescripción médica cuando esta no sea estrictamente necesaria. La estrategia se centra en alcanzar un peso saludable y seguir patrones alimentarios “prácticos, sostenibles y basados en alimentos”, inspirados en modelos como la dieta mediterránea, la nórdica o la vegetariana. En muchos casos —aunque no en todos—, estas modificaciones pueden lograr un control efectivo de la enfermedad sin necesidad de medicación.
Las nuevas recomendaciones han sido publicadas en la revista Diabetologia en nombre de la EASD, tras el trabajo del Diabetes and Nutrition Study Group, un grupo multidisciplinar y multinacional en el que participa Jordi Salas-Salvadó, catedrático de Nutrición de la Universitat Rovira i Virgili, investigador del Instituto de Investigación Sanitaria Pere Virgilii (IISPV), miembro de ICREA Academia y coordinador del CIBERobn del Instituto Carlos III. Salas-Salvadó es, además, el único representante español en estas recomendaciones desde su inicio hace ocho años.
En la actualidad se distinguen dos tipos principales de diabetes. La diabetes tipo 1, de origen autoinmune, provoca un déficit de insulina y afecta a unas 90.000 personas en España. Por otro lado, la diabetes tipo 2, vinculada sobre todo al exceso de peso en personas con predisposición —por ejemplo, por antecedentes familiares—, afecta a más de cinco millones de personas en el país y requiere un control estricto de la alimentación y el uso de fármacos orales para regular la glucemia y frenar la progresión de la enfermedad. Las novedades de la EASD se centran, principalmente, en este segundo tipo, basándose en una exhaustiva revisión de la evidencia científica disponible.
Uno de los mensajes clave de la guía es la importancia de lograr una pérdida de peso significativa (entre 10 y 15 kilos en personas con exceso), ya que este cambio puede tener un impacto comparable al de varios tratamientos farmacológicos: mejora la glucemia, la secreción de insulina y la presión arterial, y en muchos casos incluso permite la remisión de la enfermedad sin necesidad de medicación. Para conseguirlo, se recomienda adoptar un estilo de vida saludable, que incluya dejar de fumar, aumentar la actividad física y seguir una dieta hipocalórica equilibrada.
En cuanto a la alimentación, se aconsejan patrones basados en alimentos vegetales mínimamente procesados: cereales integrales, verduras enteras, frutas, legumbres, frutos secos, semillas y aceites vegetales no tropicales ni hidrogenados. Se recomienda, además, reducir al mínimo el consumo de carnes —especialmente roja y procesada—, bebidas azucaradas, dulces y productos refinados. Este enfoque coincide con los principios de las dietas mediterránea, nórdica y vegetariana, que han demostrado mejorar la glucemia y diversos factores de riesgo cardiometabólico, además de asociarse —en el caso de la mediterránea— con un menor riesgo cardiovascular y una reducción de la mortalidad por todas las causas.
La guía desaconseja las dietas muy bajas en hidratos de carbono, y prioriza aquellas ricas en fibra, con un mínimo diario de 35 gramos. Si no se alcanza esta cantidad con la alimentación, se recomienda el uso de alimentos enriquecidos o suplementos. También se sugiere que menos del 10% de la energía diaria provenga de azúcares, que pueden sustituirse por edulcorantes. En cuanto a las grasas, estas deberían proceder principalmente de fuentes vegetales ricas en ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados, como frutos secos, semillas y aceites vegetales saludables.
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Trabajo de referencia | The Diabetes and Nutrition Study Group (DNSG) of the European Association for the Study of Diabetes (EASD). Evidence-based European recommendations for the dietary management of diabetes. Diabetologia Abril 2023. https://diabetologia-journal.org
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Un estudio internacional que analizó más de mil especies de mamíferos y aves revela que factores como la selección sexual, el cuidado parental y la genética determinan las diferencias en esperanza de vida entre machos y hembras.
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Una pareja de babuinos (Papio anubis) en el bosque impenetrable de Bwindi, Uganda. / Martha Robbins
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En prácticamente todas las sociedades y épocas, las mujeres han vivido más tiempo que los hombres. Una investigación liderada por el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Alemania), publicada en Science Advances, aporta nuevas claves para entender por qué esta diferencia se mantiene con tanta persistencia: sus orígenes se encuentran en la evolución y no son exclusivos de nuestra especie.
El estudio, que contó con la participación de 15 equipos internacionales, analizó datos de longevidad de 1.176 especies de mamíferos y aves mantenidas en zoológicos de todo el mundo. Los resultados revelan que, en promedio, las hembras de mamíferos viven un 13% más que los machos. En las aves, en cambio, sucede lo contrario: los machos superan a las hembras en un 5%.
“Algunas especies muestran patrones opuestos a lo esperado”, explica Johanna Stärk, primera autora del estudio. “En muchas rapaces, por ejemplo, las hembras no solo alcanzan un mayor tamaño, sino también una mayor longevidad. Los cromosomas sexuales aportan parte de la explicación, aunque no toda la historia”.
Selección sexual y estrategias reproductivas
Más allá de los factores genéticos, la investigación subraya el papel de la selección sexual y las dinámicas reproductivas. En especies polígamas con intensa competencia —frecuente entre mamíferos—, los machos tienden a morir antes. En aves, mayoritariamente monógamas, la presión competitiva es menor y los machos suelen vivir más.
El cuidado parental también desempeña un papel decisivo. En la mayoría de mamíferos, las hembras invierten más tiempo y energía en la crianza, lo que no solo prolonga su propia vida, sino que incrementa las probabilidades de que sus crías alcancen la madurez.
Aunque la vida en cautividad reduce las diferencias —al proteger a los animales de depredadores, enfermedades y condiciones ambientales extremas—, estas no desaparecen del todo. Este patrón recuerda al caso humano: los avances médicos y sociales han acortado la brecha de longevidad entre hombres y mujeres, pero no han logrado eliminarla.
En conjunto, los resultados apuntan a que la diferencia en longevidad entre sexos está profundamente enraizada en la historia evolutiva y modulada por la selección sexual, el cuidado parental y los cromosomas sexuales. Los factores ambientales pueden atenuar su impacto, pero no borrarlo por completo.
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Trabajo de referencia | Johanna Stärk et al, “Sexual selection drives sex difference in adult life expectancy across mammals and birds”, Science Advances, 2025.
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