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La cordialidad y la competencia son características atribuíbles también a los animales


Investigadoras de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y la Universidad de Princeton (Princeton University) han puesto de manifiesto que las características de cordialidad y competencia dan cuenta también de la imagen social de los animales.
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A nivel social, las personas evalúan tanto a los individuos como a los grupos sociales, en función de la intención (buena o mala) y del grado de habilidad (alto o bajo) que se les atribuye. A estas dos características se las denomina, respectivamente, Cordialidad y Competencia percibida.

Existen grupos sociales percibidos como altos en competencia y altos en cordialidad (p. ej., estudiantes, personas de clase media), bajos en competencia y bajos en cordialidad (p. ej., personas inmigrantes o sin techo), altos en competencia y bajos en cordialidad (p. ej., empresarios, personas asiáticas) y bajos en competencia y altos en cordialidad (p. ej., personas ancianas o con discapacidad).

Una investigación publicada recientemente en la Journal of Applied Social Psychology y llevada a cabo por investigadoras de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y la Universidad de Princeton (Princeton University), con financiación de la Comisión Fulbright, el Ministerio de Ciencia e Innovación y la Fundación Russell Sage; pone de manifiesto que, tanto la cordialidad como la competencia, son características que se atribuyen también a los animales.

Verónica Sevillano (UAM) y Susan T. Fiske (Princeton University) seleccionaron a los 25 animales más mencionados en una muestra de población general. A continuación, una muestra de población diferente valoró a los 25 animales según su cordialidad (amigable, bienintencionado, cordial) y competencia (hábil, inteligente, competente), mediante escalas de respuesta tipo Likert. También recogieron las emociones y comportamientos que se asociaban más claramente con los distintos animales estudiados y la medida en que cada una de las emociones (diecisiete en total) y comportamientos (también diecisiete) se asociaban a cada uno de los veinticinco animales.

“De forma semejante a como ocurre con los grupos sociales, los animales de compañía, junto a los caballos, los elefantes o los chimpancés, son percibidos como competentes y cordiales; los animales depredadores (leones, tigres) son percibidos como altos en competencia y bajos en cordialidad. Los animales de granja y ciertos animales exóticos (jirafas, cebras) son percibidos como bajos en competencia y moderadamente altos en cordialidad. Mientras que, animales considerados como alimañas, son percibidos bajos en ambas dimensiones. Es decir, existe un paralelismo entre cómo se agrupan las distintas especies animales y cómo se agrupan los diversos colectivos sociales”, explica Verónica Sevillano, investigadora del Departamento de Psicología Social y Metodología de la UAM, y coautora del artículo.

No sólo se encuentran agrupaciones (clusters) paralelas a las mostradas por los grupos sociales, sino que, a partir de esas agrupaciones, se puede predecir la reacción emocional y conductual que las personas muestran hacia esas agrupaciones de animales, al igual que sucede con los grupos sociales.

Emociones como la ternura, el asombro, la indiferencia y el desprecio se asocian con animales como los caballos, los leones, las vacas y los lagartos, respectivamente. Las tendencias comportamentales también se distribuyen diferencialmente entre los animales: cuidar (caballos y vacas), conservar (caballos y leones), ignorar (vacas y lagartos) y aniquilar (lagartos y leones).

Campañas de educación ambiental y programas de conservación

La percepción social de los animales es un tema clave en la actualidad, debido a la importancia que están adquiriendo cuestiones como la lucha por los derechos de los animales, por un lado, y los avances en biotecnología, por otro, entre otros aspectos.

Por ejemplo, la antropomorfización de animales podría tener consecuencias negativas para los propios animales: llevar a cabo conductas hacia los animales que son beneficiosas para los humanos (abrazar fuertemente a nuestro perro).

A pesar del elevado número de publicaciones existentes sobre los animales y las relaciones humano-animales, encontramos pocos marcos teóricos explicativos. El Modelo del Contenido de los Estereotipos, un marco teórico desarrollado para los seres humanos, permite entender la percepción social de los animales y las respuestas comportamentales hacia ellos.

Los resultados apoyan la premisa de que los animales también son seres sociales en cuanto están insertos en la estructura societal de los seres humanos, lo que hace que las dimensiones de cordialidad y competencia resulten relevantes.

“Este marco de referencia permite dar cuenta de los estereotipos sociales, las creencias compartidas sobre un colectivo, que se mantienen sobre las especies animales y poder, así, combatirlos a partir de, por ejemplo, campañas de educación ambiental y programas de conservación”, concluye la investigadora.
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Referencia bibliográfica | Sevillano, V. & Fiske, S. T. (2016). Warmth and competence in animals. Journal of Applied Social Psychology. Doi: 10.1111/jasp.12361
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ETIQUETASSociedadPsicologíaEcología

¿Son los animales una ruta de transmisión del SARS-CoV-2 olvidada?

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Un estudio publicado en la revista 'Pathogens' examina el papel de los animales como posibles transmisores del COVID-19.
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Investigadores de las universidades de Burgos y Valladolid han realizado un estudio en el que examinan el papel de los animales como posibles transmisores del nuevo coronavirus SARS-CoV-2. Según exponen, hasta la fecha existe muy poca información al respecto y no se ha reportado ningún caso en ganado. Sin embargo, sí que hay evidencias de animales de compañía infectados con la COVID-19, como es el caso de felinos, perros y visones, en los que la enfermedad se ha transmitido de humano a animal.

La mayoría de los coronavirus que afectan a los seres humanos tienen un origen común en diferentes especies de murciélagos. En el caso del SARS-CoV-2, se especula que varios mamíferos son huéspedes intermediarios, incluido el pangolín, en el que se ha identificado una cepa de coronavirus que muestra una fuerte similitud con la propia del virus causante de la COVID-19. Pero hasta la fecha se dispone de poca información sobre la existencia de este virus en animales y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) solo ha informado de casos esporádicos.

Es aquí donde entra el análisis de los investigadores burgaleses y vallisoletanos. El equipo recuerda que el primer animal afectado se reportó el 26 de febrero 2020 en Hong Kong, un perro cuyo dueño fue hospitalizado debido a la infección por COVID-19 y dio positivo por SARS-CoV-2. El animal no mostró ningún síntoma clínico específico.

De manera similar, dos perros pertenecientes a un dueño hospitalizado por COVID-19, fueron puestos en cuarentena y uno dio positivo, pero no se detectaron signos clínicos. El 27 de marzo un tigre fue confirmado positivo en el Zoo del Bronx (Nueva York) y otros tres tigres y tres leones mostraron signos clínicos. Se asumió que se habían infectado a través de un empleado asintomático. Asimismo, un gato en una casa con un paciente COVID-19 en Hong Kong, fue confirmado como infectado y no mostró ningún síntoma.

En este sentido, si se ratifica la transmisión de persona a animal, "se deben enfrentar tres escenarios posibles", apuntan los investigadores. El primero estaría relacionado con el ganado para consumo humano, ya que, hasta ahora "no se ha confirmado ningún caso en este tipo de animales". Esto respalda que los alimentos de origen animal pueden considerarse de bajo riesgo infeccioso y, como se afirma en el estudio, “una ruta insignificante de infección para los seres humanos”.

En segundo lugar, está probado que el SARS-CoV-2 puede infectar a animales de compañía, como a gatos y a perros, y hay evidencia de infección de persona a animal. Por eso, dado el estrecho contacto entre humanos y sus mascotas, los investigadores inciden en que no hay que descartar la transmisión fecal-oral.

El tercer y último escenario tiene en cuenta a los animales exóticos, que incluyen un gran grupo de especies y además, en algunas regiones se usan como alimento. El contagio a los humanos se asoció con un contacto cercano entre hombres u animales exóticos. Por este motivo, "hay un consenso general cada vez mayor para que en los mercados de animales exóticos, sobre todo en los que se venden animales vivos, tienen que estar estrictamente regulados", precisan.

Como conclusión, indican que el papel de los animales y la COVID-19 debe “analizarse cuidadosamente” a la vez que establecer medidas de preparación y contención. Por ello, recomiendan realizar más estudios al respecto para comprender mejor los riesgos y consecuencias de la infección por SARS-CoV-2, y determinar el papel de los animales como transmisores.

El análisis ha sido realizado por Marta Hernández, David Abad y David Rodríguez de la Universidad de Burgos y por José María Eiros, catedrático de la Universidad de Valladolid y Jefe del Servicio de Microbiología del Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid.
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Trabajo de referencia | Hernández, M.; Abad, D.; Eiros, J.M.; Rodríguez-Lázaro, D. Are Animals a Neglected Transmission Route of SARS-CoV-2? Pathogens 2020, 9, 480. https://doi.org/10.3390/pathogens9060480
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ETIQUETAS • Covid-19, Coronavirus, Sociedad
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El tráfico ilegal de animales salvajes, una bomba sanitaria que ha estallado con el coronavirus


Pangolines, civetas y otras especies son cazadas ilegalmente en sus hábitats naturales hasta llegar a los mercados asiáticos. Esta es una de las principales vías de contagio de virus de animales silvestres a humanos. Los científicos reclaman la eliminación de este comercio no solo para proteger la biodiversidad, sino también para reducir el riesgo de una nueva epidemia.
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Adeline Marcos, Agencia SINC | A las pocas semanas de iniciarse la epidemia de SARS-CoV-2 en China, el país prohibió en febrero el comercio de animales salvajes para consumo humano en sus populares mercados. El veto impedía la venta de ejemplares procedentes de granjas de especies exóticas y del tráfico ilegal, uno de los negocios ilícitos más lucrativos de esta región del mundo.

Al país asiático se unía Vietnam, tras el envío de una carta abierta al primer ministro por parte de una decena de asociaciones ecologistas como WWF. “Parece claro que la transmisión se ha producido a través del contacto próximo entre humanos y animales salvajes a través del comercio ilegal de vida silvestre que se está produciendo”, constataban.

Pero, tras el fin de la cuarentena de dos meses, los mercados chinos parecen volver a operar a pesar de las advertencias de la comunidad científica desde hace años: el comercio ilegal de especies salvajes se ha convertido en una amenaza masiva para la salud pública.

“No me sorprende en absoluto que haya surgido el SARS-CoV-2. Sabemos que los animales salvajes tienen una gran variedad de virus y que algunos pueden propagarse en los humanos. Muchas personas hemos estado advirtiendo sobre esto durante años. No podemos fallar de nuevo”, manifiesta a SINC Edward Holmes, virólogo evolutivo en la Universidad de Sídney, Australia.

Como ya ocurrió con las epidemias en China (SARS, 2003) y Arabia Saudí (MERS, 2012) –relacionadas con el consumo de civetas y camellos, respectivamente–, era cuestión de tiempo que otro virus pasara de un animal a una persona y desencadenara infecciones entre humanos.

Desde el inicio del brote, Holmes ha trabajado estrechamente con los científicos de China y otras partes del mundo para desvelar el código genético del coronavirus actual, comprender sus orígenes y ayudar a encontrar una vacuna. Formó parte del equipo que realizó las primeras descripciones del virus publicadas en Nature y The Lancet. Su trabajo permitirá monitorizar y prevenir la aparición de otros virus que podrían transferirse desde los animales silvestres a los humanos, generando lo que se conoce como enfermedades zoonóticas.

De la selva al plato

“El brote se originó sin lugar a dudas en un mercado húmedo [con la mayoría de animales aún vivos] en Wuhan en China. Son muy antihigiénicos e insalubres con cajas de diferentes animales apiladas las unas encima de las otras”, ilustra a SINC Simon Evans, experto en comercio ilegal de especies de la Universidad de Anglia Ruskin en Reino Unido.

Aunque es aún difícil asegurar cuál es el origen del SARS-CoV-2, los científicos apuntan al murciélago como primer transmisor del virus, que habría llegado al ser humano a través de una o varias especies intermedias. En este sentido, numerosos estudios señalan al pangolín, uno de los animales más traficados del mundo.

La carne de este pequeño mamífero, cuyos virus contienen regiones genómicas relacionadas con las de los virus humanos, es consumida por las personas y sus escamas son utilizadas en la medicina tradicional. Casi un millón de ejemplares vivos, congelados, enteros o fraccionados han sido incautados en los últimos 20 años en puertos de África, Asia, Europa y EE UU.

De 2017 a 2019 se decomisaron, además, 96.000 kilogramos de escamas sobre todo de pangolines africanos en Malasia, Singapur y Vietnam, lo que representaba cerca del 94 % de la cantidad total confiscada en el sudeste asiático, según un informe publicado en febrero por la ONG Traffic. La organización ecologista apunta a diez países de esta región como el corazón del comercio de especies salvajes.

“Lo aterrador es que el virus puede mutar debido a la mezcla de virus de más de una especie”, recalca Evans. Pero ¿cómo pudo transmitirse hasta llegar a las personas?

Transporte y consumo: así se transmite

Según Jonathan Sleeman, director del Centro Nacional de Salud de la Vida Salvaje de la agencia estadounidense USGS, los animales silvestres son transportados largas distancias y muchos de ellos son traficados ilegalmente sin supervisión.

“Estos animales se mezclan con múltiples especies diferentes en condiciones insalubres, creando un ambiente perfecto para que los patógenos que transportan salten de una especie a otra”, revela a SINC.

A través del manejo, la carnicería y el consumo humano, estos patógenos se terminan propagando a las personas. “Los eventos de transmisión entre especies crean oportunidades para que el virus mute y se adapte a nuevos hospedadores, lo que da como resultado nuevos patógenos que pueden transmitirse de persona a persona”, añade.

A esto se añade una arraigada cultura popular asiática que promueve el uso de animales silvestres cada vez más solicitados. “El valor de ciertos animales por su rareza, la capacidad financiera de adquirir estos productos, las creencias en los beneficios medicinales y valores hedónicos, dan como resultado una alta demanda”, dice a SINC Alegría Olmedo, del departamento de Zoología de la Universidad de Oxford, en Reino Unido.

La vida silvestre representa una fuente importante de alimentos para muchas comunidades. Un estudio en la revista Science of the Total Environment demostraba que se venden al menos 10 kilos de carne procedente de animales salvajes por puesto y hora en los mercados de la República Democrática Popular Lao, más conocida como Laos. Además, cada animal recibe un promedio de siete contactos por hora.

“Los datos sociodemográficos indican que el consumo de carne de animales silvestres en las zonas urbanas no es para subsistencia, sino que está más bien impulsado por la preferencia y la tradición dietética”, señala el equipo internacional liderado por la Wildlife Conservation Society.

Para los expertos es necesario establecer normas internacionales sobre el tráfico y comercio de la vida silvestre que prevengan la transmisión de enfermedades. Habría que mejorar la gobernanza, la supervisión, la evaluación de riesgos y la monitorización de las enfermedades procedentes de la vida silvestre, así como el control, saneamiento y comunicación de riesgos de enfermedades en los propios mercados. Además, debería considerarse si el consumo de ciertas especies como los murciélagos, roedores y primates es demasiado arriesgado.

Pero a pesar de que los conservacionistas llevan años pidiendo la prohibición de estos puntos de venta en el este asiático, la toma de esta decisión es lenta. “Muchos productos procedentes de la vida silvestre se han convertido en símbolos, por lo que los mercados han evolucionado en función de los ingresos”, lamenta Evans.

Adiós a los mercados ilegales para evitar epidemias

Para confirmar la asociación del contagio con los mercados húmedos, el profesor Edward Holmes, junto con el investigador Yong-Zhen Zhang del Centro Clínico de Salud Pública de Shanghai en China, expusieron lo que se sabe y lo que no sobre los datos genómicos del virus, en un comentario publicado la semana pasada en la revista Cell.

Otros grupos de investigación ya habían tomado muestras ambientales del mercado húmedo de Wuhan donde se cree que se originó el virus y habían obtenido secuencias genómicas de las superficies del mercado. El análisis filogenético reveló que están muy relacionadas con los virus muestreados de los primeros pacientes de Wuhan.

Sin embargo, Holmes y Zhang señalan que no todos los primeros casos de COVID-19 están asociados al mercado, por lo que “es posible que la historia sea más complicada de lo que se sospechaba”.

Ante la capacidad de traspasar los límites biológicos de diferentes especies y adaptarse a nuevos huéspedes, los investigadores sugieren medidas para evitar nuevos peligros.

Entre ellas destacan no solo vigilar los coronavirus animales en mamíferos e incrementar la acción contra el comercio ilegal de vida silvestre, sino también retirar mamíferos y “quizás” aves de los mercados húmedos.

“Hay que cerrar los mercados de animales salvajes. Son como un accidente que puede suceder en cualquier momento. El SARS en 2003 fue una gran advertencia. Ahora ha vuelto a pasar”, subraya a SINC Holmes.

La opción de regularlos sería complicada: “En la actualidad existen mercados paralelos para productos legales e ilegales, dependiendo de si una especie está amenazada o no. Y, cuando se trata de productos ilegales, estos pueden ser fáciles de blanquear en los mercados legales”, detalla Simon Evans.

Por otra parte, el tráfico de vida silvestre es una industria multimillonaria, pero el coste de no actuar y de lidiar con una pandemia que afecta a 180 países asciende a miles de millones de dólares. “Incluso sin considerar el horrendo sufrimiento humano que ha provocado la pandemia, esta es una razón de peso para poner fin a este comercio en todas sus formas”, recalca Evans.

Este veto también “ayudaría a la conservación de los animales, lo cual es muy importante”, añade el virólogo australiano.

Los virus que circulan entre nosotros

“Las lecciones del SARS y ahora de la COVID-19 son claras: los nuevos virus continuarán pasando de la vida silvestre a las personas mientras continúen el comercio ilegal y el consumo de vida silvestre”, señalaban en su carta abierta los ecologistas al gobierno vietnamita.

En un estudio publicado en la revista Transboundary Emerging Diseases, Jonathan Sleeman analizó junto a investigadores de la República de Corea el riesgo de enfermedades transmitidas de animales a humanos en ese país a través de una encuesta nacional a expertos. El trabajo pretendía ser un modelo para otros países.

“Descubrimos que había una variedad de enfermedades, como la peste porcina africana, la influenza aviar y el virus del Nilo occidental, que se consideran de alto a mediano riesgo de introducción y propagación en la República de Corea”, explica a SINC Sleeman. Las enfermedades asociadas con el jabalí y los carnívoros salvajes se consideraron de mayor riesgo.

Además, “aunque nuestro estudio no incluyó agentes patógenos desconocidos, los expertos sí mencionaron que los coronavirus emergentes eran una preocupación”, añade el investigador.

Según la encuesta en la República de Corea, las principales rutas de introducción de patógenos en este país son la migración de la vida silvestre, el movimiento humano internacional y la importación ilegal de vida silvestre.

En este sentido, un trabajo publicado en la revista PLoS ONE señalaba que el aeropuerto de Ámsterdam-Shiphol en los Países Bajos –uno de los más importantes de Europa– es uno de los epicentros de la importación legal e ilegal de animales exóticos en el continente. Al evaluar los riesgos zoonóticos de animales importados, los científicos recopilaron una lista de 143 patógenos “potencialmente” relevantes.

El equipo liderado por el Centro para el Control de Enfermedades Infecciosas de los Países Bajos identificó 18 combinaciones de patógeno-huésped que podrían representar un riesgo para la salud pública a través de esta vía. Encabezaban la lista la Salmonella spp., el virus de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, el virus del Nilo occidental, la bacteria Yersinia pestis y el arenavirus.

Aunque en general el riesgo para la salud se consideró bajo, los expertos indican que puede aumentar en las personas que gestionan el transporte, los minoristas y los aficionados. “Esta evaluación de riesgos requiere una actualización periódica”, apuntaban.

Los investigadores sugieren aprender de la experiencia de manera colectiva: “En la era actual, las enfermedades en un país pronto pueden propagarse a escala mundial”, dice Simon Evans. La monitorización y el establecimiento de regulaciones internacionales más estrictas podrían limitar nuestra exposición a los potenciales virus.

“Lo que necesitamos aprender es que, una vez que los patógenos pasan a los humanos, la solución no es rápida. Si aprendemos la lección, disminuiremos las posibilidades de nuevos brotes, y posiblemente más peligrosos, en el futuro”, concluye.
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FUENTE | Agencia SINC
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ETIQUETASCOVID-19CoronavirusSaludConsumoComercio

El trastorno por acumulación de animales, un problema de salud pública y bienestar poco conocido


02.07.2014 | El estudio, publicado en la revista Animal Welfare, es el primero en Europa sobre este trastorno mental que se conoce popularmente como Síndrome de Noé.
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El trastorno por acumulación de animales o animal hoarding, es un trastorno psiquiátrico que consiste en acumular un gran número de animales de compañía en casa, normalmente perros y gatos, sin proporcionarles los mínimos cuidados. Se conoce popularmente como Síndrome de Noé. Investigadores del IMIM (Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas de Barcelona) publican en la revista Animal Welfare, el primer estudio europeo que aporta datos sobre este trastorno aún poco conocido y que tiene consecuencias muy negativas tanto para la salud de las personas que lo sufren como para la de los animales .

"Este es el primer paso para el reconocimiento social de este trastorno que preocupa cada día más a las administraciones, ya que se está convirtiendo en un grave problema de salud pública. Aún no existen protocolos de actuación estandarizados para realizar intervenciones en estos casos" comenta Paula Calvo, investigadora del Grupo de investigación en ansiedad, trastornos afectivos y esquizofrenia del IMIM y de la "Cátedra Fundación Affinity Animales y Salud" del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Actualmente, cuando se detecta un caso, se retiran los animales pero no se da ningún tipo de atención a la persona que lo sufre. Esta persona no reconoce que sus animales están mal y en poco tiempo vuelve a reincidir. A veces estos animales se encuentran en niveles críticos y evidentes de desnutrición, deshidratación, de infestación parasitaria, con enfermedades o cría incontrolada y todo ello en un espacio con muy pocas medidas higiénicas.

Los investigadores creen que este trastorno tiene implicaciones a nivel de salud mental, bienestar animal y salud pública y, por ello, reconocer su presencia en nuestra sociedad es el primer paso para poder identificar y detectar precozmente los casos y enfrentarnos lo más eficientemente posible. El grupo trabaja conjuntamente con la Administración creando protocolos de actuación multidisciplinares, ya que cuando un caso aparece es necesario que diferentes sectores como protección animal, salud pública, bienestar social, etc, se movilicen.

Este es el primer trabajo que aporta datos sobre este síndrome en Europa y se ha podido realizar gracias a la relación de los investigadores con entidades dedicadas a la protección de animales. Este hecho les hizo entrar en contacto con varios casos de la enfermedad y despertó su interés sobre el tema. Al ver que había un vacío enorme en el entorno europeo decidieron ponerse en contacto con la Asociación Nacional de Amigos de los Animales (ANAA) y analizar de forma retrospectiva los casos que habían recogido en su base de datos desde 2002 hasta el 2011. Crearon un cuestionario para los técnicos que habían participado en estos casos y se clasificó y estandarizó toda la información de que disponía la entidad.

Hasta ahora la investigación que existía se había realizado en EEUU, Canadá y Australia pero con este estudio se ha mostrado, por primera vez, que este trastorno mental también aparece en Europa y con características similares. Por ahora no se tienen todavía datos suficientes para saber el porcentaje de población que lo padece, este será el próximo paso, así como conocer mejor el perfil de las personas acumuladoras.

Artículo de referencia

Characteristics of 24 cases of animal hoarding in Spain. P Calvo, C Duarte, J Bowen, A Bulbena and J Fatjó. Animal Welfare. Doi: 10.7120/09627286.23.2.199.
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La historia de vida de los perros y las características de sus tutores influyen sobre su agresividad

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Los investigadores de la Universidad de São Paulo, en Brasil, estudiaron de qué manera los factores morfológicos, ambientales y sociales modulan la violencia de estos animales.
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Imagen de Adriana Morales en Pixabay
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Los perros que pasean diariamente con sus dueños son menos agresivos. Y los canes con mujeres tutoras supuestamente ladran menos ante la presencia de extraños. En tanto, las mascotas caninas más pesadas tienden a ser menos insolentes con sus dueños que las pertenecientes a la categoría ligeros. Los pugs, también llamados carlinos o doguillos, los bulldogs, los shih-tzus y otros animales con sus hocicos achatados pueden ser más agresivos con los humanos que los perros de hocico mediano y largo, como en los casos del golden retriever y del popular mestizo o paria marrón claro.

Fue lo que demostró un estudio a cargo de investigadores de la Universidad de São Paulo (USP), en Brasil, con 665 mascotas caninas de distintas razas, incluidos perros mestizos (sin una raza definida). En dicha investigación, publicada en la revista Applied Animal Behaviour Science, se relacionaron factores morfológicos, ambientales y sociales con los perfiles de agresividad de los canes domésticos. El cruzamiento de datos demostró que no solamente cuestiones tales como el peso, la altura y el tamaño del hocico se encuentran asociadas a la mayor o menor incidencia de agresividad, sino también otras relacionadas con las historias de vida de los animales y las características de sus tutores.

De acuerdo con el referido artículo científico, estos resultados confirman la hipótesis de que la conducta de los perros no es algo que queda definido únicamente a través del aprendizaje, ni es tampoco únicamente genética. Se trata del efecto de una interacción constante con todo lo que rodea la vida de los animales. El estudio contó con el apoyo de la FAPESP en el marco de un proyecto sobre el abordaje etológico de la comunicación social entre diversas especies, entre ellas la humana (lea más en: agencia.fapesp.br/37334).

“Estos resultados ponen de relieve algo que estamos estudiando desde hace algún tiempo: el comportamiento emerge de la interacción de los canes con su contexto, es decir, con el ambiente y en función de la convivencia con sus tutores, por ejemplo, además de su morfología, por supuesto. Todos estos factores tienen impacto sobre la forma de interacción de los perros con el ambiente y también sobre la manera en que interactuamos con ellos”, explica Briseida de Resende, docente del Instituto de Psicología (IP-USP) y coautora del artículo.

En el estudio, realizado durante la pandemia de Covid-19, 665 tutores de perros contestaron tres cuestionarios online, que suministraban información sobre las características de los animales, su ambiente, sus tutores y sus conductas agresivas, tales como ladrarles a extraños e incluso atacar. Al cruzar esta información con el grado de agresividad de los canes, los investigadores detectaron algunos patrones interesantes. El desarrollo de los cuestionarios estuvo a cargo de la investigadora del IP-USP Natália Albuquerque y de la profesora Carine Savalli, de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp). “Únicamente el género del tutor apareció como un factor capaz de predecir la conducta ante extraños: la ausencia de agresividad fue una característica un 73% más frecuente entre los perros de mujeres”, comenta Flávio Ayrosa, autor principal del artículo.

El sexo de los animales también parece tener influjo sobre su grado de agresividad. “Las posibilidades de que un animal sea hostil con su dueño fueron un 40% menores en las hembras que en los machos”, dice el autor. “Pero en la comparación referente al tamaño del hocico encontramos una diferencia más significativa: las posibilidades de que surja una conducta agresiva contra el dueño tienden a ser un 79% mayores entre los perros braquicefálicos [de hocico achatado] que entre los mesocefálicos”, afirma. Por otra parte, cuanto más pesado era el perro, menor era la posibilidad de que fuese agresivo contra su tutor. Al cruzar los datos, los investigadores detectaron que las posibilidades de conductas agresivas disminuyeron un 3% por cada kilo extra de masa corporal.

Pero Ayrosa remarca que los hallazgos asociados al perfil del tutor no constituyen una relación de causa y efecto. “Encontramos una relación, pero no es posible decir qué viene primero. Póngase como ejemplo el factor ‘pasear con los perros’: puede ser que las personas paseasen menos con los perros porque se trataba de animales agresivos, o que los perros se hubieran vuelto más agresivos porque sus tutores no los sacaban a pasear”, afirma. “Características tales como el peso, la altura, la morfología del cráneo, el sexo y la edad influyen sobre la interacción entre los perros y su ambiente. Esto puede hacer que los animales pasen más tiempo en casa, por ejemplo”, completa.

Históricamente, la agresividad de los perros ha sido asociada pura y exclusivamente al tema de la raza. Pero este paradigma ha empezado a cambiar en los últimos diez años, cuando fueron surgiendo los primeros estudios que relacionaban los perfiles conductuales con factores tales como la edad del perro, el sexo, cuestiones metabólicas y diferencias hormonales. En Brasil, la investigación coordinada por el grupo del IP-USP fue la primera en evaluar cuestiones morfológicas y conductuales, entre ellas la agresividad, en animales sin raza definida.

“Solo más recientemente los estudios pasaron la investigar la influencia de factores relacionados con la morfología, las historias de vida de los animales, las características de los tutores y el origen [comprado o adoptado], como en el caso de nuestro estudio”, dice Ayrosa.
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FUENTE • AGENCIA FAPESP / DICYT.....
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Mecanismos cerebrales explican la resistencia a probar alimentos con sabores nuevos

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En un estudio con ratas, publicado en la revista Neurobiology of Learning and Memory, los investigadores han aportado nuevos datos sobre la neofobia gustativa, que es la reducción en el consumo de alimentos con un sabor novedoso.
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Científicos de la Universidad de Granada (UGR) han aportado nuevos datos sobre los mecanismos cerebrales relacionados con el consumo de alimentos, que podrían servir para aclarar algunos aspectos relacionados con determinados desórdenes en la alimentación.

En concreto, en un estudio realizado con ratas, Juan Manuel Jiménez Ramos, catedrático del departamento de Psicobiología de la UGR, ha analizado los mecanismos cerebrales que se esconden detrás de la neofobiagustativa, un comportamiento que limita el consumo de alimentos con sabores nuevos, no experimentados previamente por el sujeto. El trabajo ha sido publicado en la revista Neurobiology of Learning and Memory.

La neofobia gustativa es una respuesta protectora de los animales que consiste en el consumo de una pequeña cantidad de un alimento no probado previamente. Es decir, se limita la ingesta para evitar una posible intoxicación y en el caso de que al cabo de unas horas no se aprecien consecuencias negativas, la próxima vez que el sujeto se encuentre con dicha comida la tomará en mayor cantidad.

En este estudio se emplearon ratas porque son animales con un sentido del gusto y del olfato muy desarrollados, que presentan una capacidad discriminativa gustativa muy sensible, y además son pequeños y fácilmente manejables.

La hipótesis de partida se basaba en el hecho de que la corteza perirrinal y la insular, dos regiones clásicamente relacionadas con procesos de aprendizaje y memoria, están fuertemente conectadas entre sí dentro del mismo hemisferio. Quedaba por estudiar la naturaleza funcional de dicha interacción y si ésta tenía consecuencias en la neofobia.

“En el laboratorio ya habíamos demostrado previamente que una lesión bilateral en la corteza perirrinal interrumpía la neofobia, observando que los animales lesionados tomaban grandes cantidades del sabor nuevo ofrecido sobre el que no tenían registro de memoria”, explica Jiménez Ramos.

Por otra parte, hace pocos años uno de los pioneros en el estudio de los mecanismos cerebrales de la neofobia gustativa, el doctor Steve Reilly, investigador del departamento de Psicología de la Universidad de Illinois en Chicago, demostró en ratas que una lesión bilateral en la corteza insular también interrumpía la neofobia.

En base a estos descubrimientos previos, los investigadores de la UGR conocían que ambas estructuras cerebrales estaban implicadas en la neofobia y, por tanto, lo que necesitaban comprobar es si la corteza perirrinal y la corteza insular actuaban de forma conjunta, como parte de un mismo circuito.

Estudio con 32 ratas

Para ello emplearon 32 ratas, divididas en tres grupos: un primer grupo con lesiones contralaterales (animales lesionados en la corteza perirrinal de un hemisferio y la corteza insular del otro hemisferio); un segundo grupo con lesiones ipsilaterales (animales lesionados en las cortezas perirrinal e insular del mismo hemisferio), y un grupo de control operado (animales operados del mismo modo que los de los grupos anteriores, a los que no se inyectó intracerebralmente ninguna neurotoxina). Este último grupo permitió examinar el efecto de los tratamientos anteriores.

Una vez que los tres grupos de ratas se recuperaron de la cirugía, se habituó a los animales a un programa de ingestión de agua de 15 minutos por la mañana y 15 minutos por la tarde de rehidratación. Una vez estabilizado este consumo, se inició la fase experimental propiamente dicha, que tuvo una duración de 5 días. En esta fase, los animales recibieron por la mañana una solución de agua con sacarina durante 15 minutos, y por la tarde siguieron recibiendo agua. La solución de sacarina es una de las más empleadas en la mayoría de estos estudios, dado que a los animales les gusta mucho su sabor dulce, pero al mismo tiempo manifiestan una fuerte neofobia la primera vez que la prueban.

Tras terminar el experimento, para determinar si las lesiones habían afectado a la corteza insular y a la perirrinal y en qué grado, los científicos de la UGR examinaron bajo el microscopio óptico los cerebros de los animales lesionados con métodos histológicos estándar.

Finalmente, se observó que en el grupo contralateral se consiguió afectar profundamente la neofobia gustativa, puesto que las ratas bebieron grandes cantidades de la solución de sacarina durante el primer día de exposición. Por el contrario, los grupos ipsilateral y de control operado manifestaron una neofobia normal, bebiendo significativamente menos cantidad de la solución que el grupo contralateral la primera vez que se encontraron con el nuevo sabor. “Esto significa, en primer lugar, que efectivamente ambas cortezas están implicadas en la neofobia gustativa, y en segundo, que funcionan de forma interdependiente estableciendo un circuito funcional”, apunta el investigador de la UGR.

Desconexión de las cortezas

Con respecto a las líneas de investigación posteriores a este estudio, Juan Manuel Jiménez afirma que ahora deberán investigar a qué procesos psicológicos afectan la desconexión de ambas cortezas. “En principio, la interrupción de la neofobia podría deberse a un fallo de memoria, no reconociendo el sabor nuevo como tal, o bien a un fallo emocional, no reconociendo como potencialmente peligroso el nuevo sabor, aunque caben más posibilidades”, apunta el investigador.

Preguntado acerca de si es posible extrapolar estos resultados a humanos y la implicación de la neofobia en determinados desórdenes de alimentación, Jiménez Ramos afirma que sería posible que los mecanismos cerebrales fueran parecidos a los observados en las ratas, debido a las similitudes entre humanos y el resto de animales por su continuidad evolutiva.

“Sin embargo, esto no explicaría exactamente por qué los humanos restringimos el consumo de determinados sabores nuevos, aunque sí permitiría conocer en mejor medida cómo funciona el cerebro en estos procesos. En seres humanos habría que tener en cuenta otros factores adicionales de tipo social, cultural, etc. En definitiva, es necesaria mucha más investigación en modelos animales y seres humanos”, señala el autor.
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Trabajo de referencia | Disconnection of the perirhinal and insular cortices severely disrupts taste neophobia. Juan M.J.Ramos "Neurobiology of Learning and Memory" Volume 175, November 2020, 107324
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La capacidad del ADN de regular genes separados entre sí dio origen a los animales


Un equipo de investigadores liderado por el CSIC ha descifrado los mecanismos genéticos responsables del gran éxito evolutivo de animales y humanos. La cantidad de mecanismos que compartimos con la ameba ‘Capsaspora owczarzaki’ es superior a la que nos diferencia.
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Uno de los misterios de la evolución aún sin resolver es cómo aparecieron los animales a partir de sus antepasados unicelulares y qué mecanismos evolutivos intervinieron en el desarrollo de su complejidad corporal. Todo apunta a que los mecanismos genéticos responsables del gran éxito evolutivo de los animales se encontrarían en todo el reino animal, incluyendo a los humanos; pero no en nuestros ancestros unicelulares, según señala un artículo publicado en la revista Cell, en el que participa Iñaki Ruiz Trillo, profesor del Departamento de Genética, Microbiología y Estadística y miembro del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de la Universidad de Barcelona.

El trabajo, liderado por un equipo del Instituto de Biología Evolutiva (un centro mixto del CSIC y la Universidad Pompeu Fabra), concluye que la gran innovación que diferencia a los animales de sus parientes unicelulares es la regulación distal, es decir, la capacidad que tiene el ADN de regular genes distantes entre sí y determinar con exactitud el momento de hacerlo. Secuencias de ADN que están situadas en otros cromosomas, o muy separadas de un gen concreto, son capaces de activarlo o inhibirlo. «Esta habilidad nos permitió aumentar dramáticamente nuestro nivel de complejidad, hasta crear organismos de decenas de millones de células, como en el caso de los mamíferos», afirma Iñaki Ruiz Trillo, también profesor de investigación ICREA en el Instituto de Biología Evolutiva y galardonado con una consolidator grant del Consejo Europeo de Investigación en 2014.

Los investigadores han comparado los sistemas de regulación génica y epigenética de la ameba Capsaspora owczarzaki —aislada de la hemolinfa de un caracol de Puerto Rico— con los de los animales. Según los investigadores, la cantidad de mecanismos que comparten los dos grupos es muy superior a la que los diferencia. Por ejemplo, tienen en común elementos clave para el desarrollo de los animales, como el gen Brachyury, importante para la embriogénesis, y el oncogén Myc, implicado en la proliferación celular. Asimismo, el ciclo vital de la C. owczarzaki es complejo y tiene claras transiciones entre fases, que oscilan de una única célula a varias docenas. En este caso, la ameba utiliza herramientas epigenéticas, como ARN no codificante y marcas en las histonas, para regular las transiciones entre los diferentes estadios celulares. «Mientras que C. owczarzaki utiliza los mecanismos de regulación genética para controlar la transición entre las fases del ciclo vital, los animales los utilizamos para poder especializar nuestras células: por ejemplo, para obtener neuronas o células musculares» , especifica Ruiz Trillo.

Ser multicelular

Uno de los grandes beneficios de la multicelularidad, que surgió por primera vez hace unos mil millones de años, es que permitió aumentar el tamaño corporal, habitar nuevos nichos y dividir el trabajo entre los diferentes tipos celulares. Según los resultados de este estudio, el origen de los animales no fue, por tanto, un compendio de innovaciones evolutivas en todos los niveles. Más bien fue un proceso de reciclaje evolutivo (o genético) que añadió complejidad genómica y permitió regular de forma más precisa las diferentes células que forman los organismos complejos. El siguiente paso del estudio, según los investigadores, es llegar a aislar las células individuales de C. owczarzaki y analizarlas en detalle para poder determinar si son todas iguales o ya existe cierta especialización.
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Artículo de referencia | Sebé Pedrós, A.; Ballare, C.; Parra Acero, H.; Chiva, C.; Tena, J.; Sabidó, E.; Gómez Skarmeta, J.-L.; Di Croce, L.; Ruiz Trillo, I. «The dynamic regulatory genome of Capsaspora owczarzaki and the origin of animal multicellularity». Cell. Doi: 10.1016/j.cell.2016.03.034
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La deforestación está estresando a los mamíferos

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Un estudio encuentra niveles más altos de hormonas vinculadas al estrés en roedores y marsupiales que habitan pequeñas parcelas en áreas deforestadas del Bosque Atlántico.
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Zarigüeya ratón (Gracilinanus agilis) de un área deforestada del Bosque Atlántico, al este de Paraguay. © Noé U. de la Sancha, Museo Field
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Muchos de nosotros nos sentimos bastante ansiosos por la destrucción del mundo natural. Pero los humanos no son los únicos que se estresan: al analizar las hormonas que se acumulan en el pelaje, un grupo de investigadores ha descubierto que los roedores y marsupiales que viven en parcelas pequeñas del Bosque Atlántico de América del Sur sufren más estrés que los que viven en bosques más grandes e intactos.

"Sospechábamos que los animales que habitan áreas deforestadas mostrarían niveles más altos de estrés que los animales de bosques más prístinos, y encontramos evidencia de que esto es cierto", asegura Noé de la Sancha, investigador del Field Museum de Chicago y profesor en la Universidad Estatal de la misma ciudad, coautor del estudio publicado en ‘Scientific Reports’.

"Muchas especies en todo el mundo, pero especialmente en los trópicos, están poco estudiadas", recuerda Sarah Boyle, del Rhodes College y autora principal del estudio. Concretamente, el Bosque Atlántico a menudo se ve ensombrecido por su vecino Amazonas, pese a ser el segundo bosque más grande de América del Sur, al extenderse desde el noreste de Brasil hacia el sur a lo largo de la costa brasileña, hasta el noroeste de Argentina y el este de Paraguay.

Desde la llegada de los colonos portugueses hace 500 años, partes de este bosque han sido destruidas para dar paso a tierras de cultivo y áreas urbanas. Hoy, queda menos de un tercio del bosque original. La destrucción del hábitat de un animal puede cambiar drásticamente su vida. Hay menos comida y territorio para todos, y el animal puede encontrarse en contacto más frecuente con depredadores o en una mayor competencia con otros animales por los escasos recursos. Estas circunstancias pueden motivar estrés a largo plazo.

Pero el estrés no es algo malo en sí mismo. En pequeñas dosis, el estrés puede salvar vidas. "Si algo te perturba y puede causar que te lastimes o mueras, la respuesta al estrés moviliza energía para lidiar con esa situación y devolver las cosas a un estado normal. Te permite sobrevivir", asegura David Kabelik, también del Rhodes College. Por ejemplo, si un animal se encuentra con un depredador, una avalancha de hormonas del estrés puede darle la energía que necesita para huir, y luego esos niveles hormonales vuelven a la normalidad. Pero a largo plazo, el estrés puede generar problemas.

En este caso, los investigadores centraron su foco en parcelas de bosque en el este de Paraguay, que se han visto particularmente afectadas en el último siglo debido a que la región fue talada para obtener leña, ganadería y soja. Para estudiar los efectos de esta deforestación, los investigadores capturaron 106 mamíferos de áreas que van desde 2 a 1.200 hectáreas. Los ejemplares que analizaron incluían cinco especies de roedores y dos especies de marsupiales.

Los investigadores tomaron muestras del pelaje, ya que las hormonas se acumulan en el pelo durante períodos de varios días o semanas, y podrían presentar una imagen más clara de los niveles de estrés típicos de los animales más que las hormonas presentes en una muestra de sangre. "Las hormonas cambian en la sangre minuto a minuto, así que eso no refleja excatamente estrés a largo plazo", apunta Kabelik.

De vuelta en el laboratorio, los investigadores pulverizaron el pelaje y analizaron los niveles de hormonas mediante un inmunoensayo enzimático. El equipo descubrió que los animales de parcelas más pequeñas de bosque tenían niveles más altos de hormonas que los animales procedentes de áreas de bosque más grandes.

“En particular, estos hallazgos son de gran relevancia para países como Paraguay que actualmente muestran una tasa acelerada de cambio en los paisajes naturales. En Paraguay, apenas estamos comenzando a documentar cómo se distribuye la diversidad de especies que se están perdiendo”, advierte Pastor Pérez, biólogo de la Universidad Nacional de Asunción y otro de los autores del artículo. "Sin embargo, este documento muestra que también tenemos mucho que aprender sobre cómo estas especies interactúan en estos entornos".

Puntos críticos de transmisión de enfermedades a humanos

Según la información del Field Museum recogida por DiCYT, los resultados de este estudio van mucho más allá del Bosque Atlántico de América del Sur. "Podría aplicarse al resto de bosques del mundo", afirma De la Sancha.

El estudio no solo arroja luz sobre cómo los animales responden a la deforestación, sino que también podría conducir a una mejor comprensión de las circunstancias en las que los animales pueden transmitir enfermedades a los humanos. "Si hay muchos mamíferos estresados, pueden albergar virus y otras enfermedades, y cada vez hay más personas que viven cerca de estas áreas deforestados que potencialmente podrían estar en contacto con estos animales", dice De la Sancha. "Al destruir los hábitats naturales, estamos potencialmente creando puntos críticos para los brotes de enfermedades zoonóticas".
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ETIQUETAS • Clima, Ecología, Medio Ambiente
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La Covid-19 y el lado oscuro de la promiscuidad de la vida


Juli Peretó, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universitat de València y vicedirector del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas I2SysBio, escribe en el ESPECIAL COVID-19 de Mètode sobre la coexistencia de los humanos con el resto de la naturaleza y qué podemos aprender de la pandemia para futuras ocasiones.
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Image by Daniel Roberts from Pixabay

Hace unos 4.000 millones de años apareció la vida. Quizás en un charco de aguas templadas, como soñó Charles Darwin, unas burbujas moleculares empezaron a hacer copias de sí mismas. Así emergía una continuidad histórica, una transmisión vertical de padres a hijos, de las instrucciones genéticas de estos sistemas primitivos. Pero pronto existieron intercambios de información entre diferentes linajes, transmisiones horizontales de genes.

Las transmisiones genéticas vertical y horizontal son dos caras de la misma evolución. La vertical es un pilar fundamental de la teoría propuesta por Darwin, lo que él denominó «principio de divergencia». Esta transferencia genealógica de información genética es la base de la relación arborescente de los seres vivos entre sí: cualquier linaje evolutivo está emparentado con otro a través de un antepasado común situado en el punto de divergencia de las dos ramas que llevan a ellos. Gracias a las técnicas de secuenciación y análisis computacional de genes y genomas podemos ir mucho más allá que Darwin. Hoy extendemos esta biología comparada a cualquier ser vivo, incluyendo los organismos unicelulares más simples o procariontes (arqueas y bacterias). La gran conjetura de Darwin queda confirmada a través de la lectura filogenética de los genomas: toda la vida terrestre comparte un antepasado común universal o LUCA (por las siglas en inglés).

La transferencia horizontal de genes y genomas forma parte de la naturaleza de las cosas y, como no podría ser de otra manera, del canon contemporáneo de la biología evolutiva. Lynn Margulis contribuyó, en la segunda mitad de siglo pasado, a que aceptemos con naturalidad que además de la transferencia vertical de información genética, la vida es promiscua y, con mucha soltura, intercambia información entre linajes. A veces, esto pasa entre organismos muy alejados evolutivamente, como en el origen de las células complejas con núcleo, o eucariontes, cuando una bacteria y una arquea unieron sus destinos y generaron una diversidad de seres complejos que incluyen, entre otros muchos, los hongos, las plantas y los animales.

Desde la profundidad de los tiempos geológicos, toda esta evolución celular, procariótica y después eucariótica, ha sido acompañada por los virus, un universo de entidades evolutivas con la habilidad de entrar en las células, parasitar su maquinaria metabólica y hacer copias de sí mismas. Quizás desde LUCA, si no antes, este intercambio de genes a través de virus acompañó la evolución celular: se conocen virus de arqueas, bacterias o eucariontes y constituyen una diversidad fabulosa (la virosfera o el viroma) todavía muy poco explorada.

Los virus han tenido un papel crucial en la evolución, como atestiguan las improntas que han dejado incrustadas en los genomas celulares. El genoma humano contiene tres veces más de secuencias de origen vírico que de genes humanos. Pero también queremos saber de los virus como causantes de enfermedades, en humanos y en muchos organismos que nos interesan, como son las plantas y los animales domesticados. Si hay algo que tienen en común los virus es una extraordinaria capacidad de mutar. Los virus acumulan cambios genéticos a gran velocidad, a veces moviéndose al filo de su extinción. En esta exploración de diversidad, los virus pueden «aprender» a saltar de una especie a otra. Para eso, tiene que coincidir que el virus acumule mutaciones que le permitan reconocer las células de otra especie, pero, obviamente, que haya también un contacto físico entre individuos de las diferentes especies. En el caso de los humanos, se habla de zoonosis cuando se produce el salto desde otra especie animal a la nuestra, lo que da lugar a la emergencia de una nueva enfermedad humana. Esta enfermedad emergente puede adquirir proporciones epidémicas si el virus también consigue una buena transmisión entre humanos.

Del mismo modo que en la década de 1960 se erradicaron en Nueva Guinea las prácticas endocaníbales responsables de la transmisión de una enfermedad infecciosa neurológica grave transmitida por unas proteínas llamadas priones (el kuru), nos podemos preguntar si la promiscuidad humana con animales salvajes, asociada a determinadas costumbres o con la depredación de los ecosistemas, se podría eliminar para reducir el riesgo de zoonosis. La convivencia de humanos con aves en el sudeste asiático, el mercadeo de primates no humanos en el África tropical o el tráfico de una diversidad enorme de animales salvajes asociados a las tradiciones culinarias y médicas asiáticas son el escenario de zoonosis descritas en las últimas décadas. Un estudio reciente muestra la correlación entre la sobreexplotación de los ecosistemas, con la consiguiente pérdida de biodiversidad, y la emergencia de nuevas enfermedades virales (Johnson et al., 2020). Y está muy demostrado el origen zoonótico de muchos virus, como el causante del sida, el virus del Ébola, o los que provocan dolencias respiratorias, como el síndrome respiratorio agudo grave (SARS).

El nuevo coronavirus (SARS-CoV-2), causante de la pandemia de COVID-19, es el resultado de la evolución natural a partir de coronavirus presentes en la fauna salvaje, como muestra el estudio detallado de su genoma, que deja como una opción muy improbable que sea el resultado de experimentos de laboratorio (Andersen, Rambaut, Lipkin, Holmes y Harry, 2020). A pesar de las dudas que todavía existen, las pistas científicas actuales señalan el mercado de marisco de Huanan, en Wuhan, como el foco de las primeras infecciones: dos tercios de los primeros 41 pacientes hospitalizados habían estado en el mercado. En este mercado, la amalgama de humanos y animales salvajes era espectacular. El SARS-CoV-2 está emparentado con coronavirus de murciélagos, pero su salto desde el pangolín malayo está bajo sospecha. Varias especies de pangolín están amenazadas y son objeto del mayor tráfico ilegal de animales en Asia. Los murciélagos, por su parte, hace tiempo que se han reconocido como grandes reservorios de virus zoonóticos, y en particular de coronavirus, en varias partes del planeta (Calisher, Childs, Field, Holmes y Schountz, 2006).

El Fondo Mundial por la Naturaleza (WWF) ha reclamado el cierre de todos los mercados que se nutren del tráfico ilegal de animales salvajes. El 24 de febrero de 2020 el gobierno chino anunció la prohibición del consumo de animales salvajes no acuáticos para la alimentación (la gastronomía Ye wei, un esnobismo entre la pujante clase mediana-alta china). Sin embargo, todavía se permite su comercio relacionado con la medicina tradicional, una ventana a través de la cual quizás se cuele alguna otra pandemia del futuro. Por supuesto, el uso presuntamente «medicinal» de las escamas de pangolín o de los excrementos de murciélago no ayudarán a evitarlo.

La humanidad del Antropoceno afronta retos fabulosos, como la crisis climática o la emergencia de nuevas enfermedades que, embarcadas en aviones, se globalizan rápidamente. Cómo afirma Sir Martin Rees (2018), no tenemos dónde escondernos si hay una pandemia o un colapso económico o del suministro de alimentos. Para afrontar estos retos es necesario repensar muchos aspectos de nuestra vida cotidiana, de nuestras escalas de valores, de nuestras prácticas económicas y culturales, en fin, de nuestra coexistencia con el resto de la naturaleza y, especialmente, de nuestro respeto por los animales no humanos. La vida es promiscua y esto ha modelado la biodiversidad a lo largo de la evolución, incluyendo a los humanos. Pero nuestra responsabilidad como especie consciente es evitar que el lado oscuro de esta promiscuidad provoque daños y dolores evitables. Aprendamos de la pandemia de COVID-19 para anticiparnos a la próxima zoonosis que, quién sabe, puede ser todavía más devastadora.
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El consumo de aceite de oliva está vinculado a una mayor esperanza de vida

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Consumir aceite de oliva virgen de forma regular a lo largo del tiempo aumenta la esperanza de vida, comparado con el aceite de girasol.
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Científicos de la Universidad de Granada (UGR) han determinado que la ingesta prolongada de aceite de oliva virgen y, en menor medida, la de aceite de pescado, aumenta la esperanza de vida media en ratas alimentadas durante toda su vida con cualquiera de estos tipos de grasa de la dieta frente al aceite de girasol.

El estudio, liderado por investigadores del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos “José Mataix Verdú”, ubicado en el Centro de Investigación Biomédica de la Universidad de Granada, en colaboración con especialistas en Anatomía Patológica del Hospital Universitario San Cecilio de Granada y del Complejo Hospitalario de Jaén, así como con el grupo del profesor Maurizio Battino, de la Università Polictecnica delle Marche en Ancona, Italia, y Visiting Scholar en la Universidad de Granada, ha sido publicado en la prestigiosa revista The Journals of Gerontology, Series A: Biological Sciences, la revista dedicada al estudio del envejecimiento más veterana de Estados Unidos, fundada en 1946.

En este estudio, según explica el profesor José L. Quiles, catedrático de Fisiología de la Universidad de Granada y responsable de la investigación, los autores alimentaron durante toda su vida a ratas con diferentes fuentes grasas (aceite de oliva virgen, aceite de girasol o aceite de pescado), tratando de averiguar los efectos sobre la salud y la longevidad de dietas con contenido mayoritario en ácidos grasos de tipo w9 (omega 9), como los que aporta de forma mayoritaria el aceite de oliva virgen, frente a los ácidos grasos w6 (omega 6), presentes de forma principal en el aceite de girasol, y los ácidos grasos w3 (omega 3), mayoritariamente localizados en el aceite de pescado.

El aceite de pescado empleado en este estudio no es de uso culinario habitual; la fuente normal de ácidos grasos omega 3 es la grasa que aporta el pescado consumido en la dieta o los suplementosw3. En este estudio se ha empleado aceite de pescado como modelo para comparar frente a los otros dos tipos de aceite, que sí son de uso culinario habitual.

Para valorar el efecto del consumo mayoritario de un tipo de grasa u otro se construyeron curvas de supervivencia de los animales donde se pudo estudiar el ritmo al cual los animales fueron muriendo de forma natural a lo largo de toda su vida. Con el análisis de las curvas de supervivencia se obtuvieron datos como la vida media (parámetro relacionado con la esperanza de vida), es decir, la edad a la cual permanecían vivos la mitad de los animales de cada grupo experimental, así como la vida máxima, es decir, la edad a la cual murió el último animal de cada grupo experimental. Además, a cada uno de los animales del estudio, patólogos especialistas le realizaron una necropsia reglada a medida que fueron muriendo para analizar todos sus órganos y así poder establecer la causa más probable de muerte.

Mayor vida media

Los resultados mostraron que los animales alimentados con aceite de oliva virgen presentaban mayor vida media y tenían una curva de supervivencia más extendida a lo largo de toda su vida en comparación con los alimentados con aceite de girasol. Por su parte, los animales alimentados con aceite de pescado tuvieron también mayor vida media que los alimentados con girasol, aunque su curva de supervivencia sólo se extendió con respecto a la de girasol en algunas fases de su vida.

En cuanto a los hallazgos observados en el estudio de las causas de muerte, se constató que en todos los casos los animales morían al llegar a una edad avanzada, fundamentalmente de cáncer (aproximadamente el 50% de las muertes). También fueron importantes las muertes debidas a patologías cardiovasculares (entre el 20 y el 30% de las muertes) así como las que tuvieron una causa infecciosa o inflamatoria (12-20% de las muertes). En cualquier caso, no hubo diferencias significativas entre los grupos en cuanto a la mayor o menor frecuencia de aparición de un tipo determinado de causa de muerte.

En palabras de César Luis Ramírez-Tortosa, responsable del equipo de patólogos del estudio, “estos resultados parecen indicar que la menor vida media ysupervivencia asociada a la ingesta de aceite de girasol no se debería a que esta grasa potencia la aparición de un mayor porcentaje de muertes debidas a una causa de muerte concreta, sino que más bien podría deberse a que dichas enfermedades estarían apareciendo antes en el tiempo”.

Coenzima Q10

En una segunda parte del estudio, los investigadores utilizaron las mismas grasas antes descritas pero suplementadas con coenzima Q10 (CoQ10), un antioxidante que se ha mostrado de utilidad ante algunas patologías asociadas al envejecimiento. La adición de CoQ10al aceite de girasol hizo que mejorase la supervivencia de las ratas, igualando los resultados con los hallados en los animales alimentados con los aceites de oliva virgen o pescado. Por otro lado, el CoQ10 no tuvo ningún efecto adicional al ser añadido al aceite de oliva virgen o al aceite de pescado. Estos resultados podrían indicar, en palabras de Alfonso Varela, coautor del estudio, que “el uso de suplementos a base de antioxidantes debería quedar restringido a situaciones especiales, como las relacionadas con una dieta deficiente o en situaciones patológicas concretas, mientras que su uso en individuos sanos bien alimentados no aportaría ningún beneficio adicional, en el mejor de los casos”.

Con este estudio se cierra un ciclo experimental que se inició hace 25 años bajo la dirección del profesor José Mataix, del cual hace unos meses se han cumplido 10 años de su fallecimiento. En palabras del profesor Quiles “pensamos que más allá de los homenajes, no hay mayor reconocimiento a la figura del profesor Mataix que perpetuar su memoria continuando su labor científica en una línea de investigación como la del aceite de oliva a la que tantos años, esfuerzo y cariño dedicó”.

En todos estos años, a través de diversas investigaciones, el grupo ha constatado algo que se sabe desde hace siglos: que el aceite de oliva virgen es bueno para la salud. Sin embargo, lo que aportan los estudios de este grupo de investigación es el conocimiento de los mecanismos a través de los cuales este aceite ejerce sus efectos beneficiosos. La mayor parte de los estudios de esta línea se han realizado en roedores, lo cual, lejos de restar importancia a los resultados por no haberse llevado a cabo en humanos, ha permitido realizar intervenciones nutricionales controladas y mantenidas a lo largo de toda la vida en un organismo superior como la rata, algo muy poco frecuente, permitiendo analizar además tejidos y células que habitualmente no están disponibles en los estudios en humanos.
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